NO DES PUNTAPIÉS
Si quieres recoger miel, no des
puntapiés sobre la colmena.
-Proverbio americano-
Todos tenemos, en el fondo, una excelente opinión de nosotros mismos; por eso es tan nefasta la crítica hacia las personas.
Uno de los más sanguinarios gánsteres americano Crowley «Dos pistolas», frío asesino de decenas de personas, al ser capturado escribió una carta «a quién corresponda» en la que decía:
—Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno, un corazón que a nadie haría daño.
Hay una «pistola», la crítica, que puede matar la buena armonía del diario vivir, porque las críticas son como las palomas mensajeras: siempre vuelven al nido.
«La crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento». Dale Carnegie
Por eso, si queremos que reine la armonía en nuestro entorno, lo primordial es hacer desaparecer la crítica, pensar antes de hablar y solo abrir la boca para edificar, ya que la mejor manera de que nadie se meta en nuestra casa es no meternos nosotros en la casa de los demás.
Habría que aplicar el mandato divino de no hacer a los demás lo que no nos gusta que nos hagan y tratar de tener como guía de nuestras opiniones la caridad: «Sin malicia para nadie, con caridad para todos».
Al enjuiciar a los demás deberíamos tener presente la sentencia de Confucio: «No te quejes de la nieve en el techo del vecino, cuando también cubre el umbral de tu casa».
Hay un detalle que olvidamos con suma facilidad y es que las personas, normalmente, más que criaturas lógicas son criaturas emotivas, criaturas con puntos sensibles que le disparan su orgullo y vanidad. Y la crítica es la chispa peligrosa que puede inflamar esos puntos sensibles. Y explota la guerra, claro.
Todos tenemos experiencia de que cualquier tonto carente de tacto es capaz de criticar, censurar y quejarse, pero se necesita carácter y sensibilidad para llevar a la práctica el consejo de Benjamín Franklin: «No hablaré mal de hombre alguno y de todos diré todo lo bueno que sepa».
Solo los que luchan contra sí mismo consiguen dominarse y llegar a ser compresivos y con capacidad de perdón. Así se genera un ambiente constructivo y agradable donde reina la tolerancia, la simpatía y la bondad.
No, no es inteligente, ni cristiano dar puntapiés. No.