Llevo mucho tiempo sin escribir en este espacio de libertad que ReL nos dejó ocupar. Y no la falta de ideas, sino el tiempo, es lo que me ha impedido dedicar mi cabeza a escribir. Ahora, con mi compañero calvo tostándose al sol después de una boda espectacular el pasado sábado, me veo en la obligación de cubrirle, aunque solo sea contando historias obvias. Y el sábado por la mañana celebramos la boda de mi compañero calvo. Teníamos nosotros un importante partido de baloncesto de nuestro hijo mayor ¡contra Estudiantes! Pero comentábamos mi mujer y yo que esta boda teníamos que vivirla con total plenitud porque sabíamos cómo estaba preparada ¡y qué cosa más grande! ¡Cómo disfrutamos! Desde el momento inicial, hasta que salimos por la puerta de la iglesia, todo fue de Dios: el rito de la boda, la Liturgia de la Palabra y la de la Eucaristía, los cantos, el ambiente del Señor que se creó, ¡más de dos horas en el Cielo! El único que no estuvo contento fue el director del hotel donde comimos, por lo tarde que llegamos.
La semana pasada nos ocurrieron en casa dos situaciones de esas que gustan a mi amigo del blog del País, la obsesión del periódico global en español. Una de nuestras hijas va a celebrar su Primera Comunión el mes próximo y teníamos una de las últimas reuniones de preparación ¡menos mal que mi mujer estuvo! Allí surgieron numerosas y variopintas ideas de padres de la BBC (católicos de bodas, bautizos y comuniones), quizás pensando que eran ellos los que iban a recibir su Primera Comunión y no sus hijos. Todo esto, por supuesto, alentado por el sacerdote, que cree, como muchos otros, que va a acercar a la gente al Señor rebajándolo en vez de mostrarlo como es. Al final, lo que normalmente estas situaciones consiguen es alejar a los convencidos, no acercar a los alejados, que ven cómo se desvirtúa a Jesucristo, centro de nuestra vida.
Aquí he mostrado las diferencias entre dos situaciones muy normales hoy en día: personas que viven por y para el Señor, y católicos de la BBC. A todos nos quiere Dios por igual, por todos murió y resucitó Jesucristo. En nuestra responsabilidad solo está nuestro SÍ o no a Él.
Eduardo Palanca