Yo soy un individuo muy prudente y, a la vez, "práctico".
En una situación forzada tengo que elegir entre A y B.
- A me jura que me sacará los ojos.
- B me asegura que sólo me sacará uno.
Nuevamente debo elegir entre A y B.
- A promete sacarme el ojo que me queda y arrancarme además la lengua.
- B, siempre más morigerado, me tranquiliza diciéndome que sólo me sacará el ojo que antes me había perdonado.
Elijo, pues, a B.
Sucesivas elecciones terminan con el resultado que se puede prever: ni ojos, ni lengua, ni manos, ni pies...
Lo gracioso del caso es que mi elección ha sido siempre, no sólo legítima, sino verdaderamente racional y razonable.
Pero, no es necesario decirlo, algo ha fallado.
¿Tiene esto algo que ver con el sistema político, donde siempre existen dos partidos principales:
- Uno, que lleva a cabo un programa político: divorcio, eutanasia, sodomía, aborto, precariedad laboral, cesión al chantaje separatista, totalitarismo educativo...
- Y el otro lo único que hace es ralentizar ese programa político, sin que en ningún caso trate de impedirlo, consolidando dichas aberraciones?