Si bien las típicas chorradas paleoprogres referidas a la inutilidad del celibato y a su necesaria supresión hace tiempo que han perdido toda consistencia teológica, antropológica, histórica, psicológica y sociológica, por citar sólo algunas ramas del logos, no está de más añadir alguna otra consideración de índole mucho más mundana, pragmática y rastrera, a la que quizás alguno de los residuales solutrenses pueda prestar oídos en el último momento.
Pues bien, se trata ni más ni menos que del altísimo valor económico contenido en los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Hace poco hablábamos del necesario papel del laico en la Iglesia actual, pero se trata de un papel que quedará siempre limitado por la necesidad que éste tiene de mantener una familia y, en consecuencia, de obtener unos ingresos regulares todos los meses. Podríamos pedir que numerosos cargos y puestos diocesanos, parroquiales, mediáticos, asistenciales, educativos y de todo tipo de ámbito de gestión fueses dirigidos por laicos. Bien, ningún problema en lo doctrinal, pero bastantes en lo material.
Tomemos un ejemplo concreto, el caso del colegio de la Compañía de María en Talavera de la Reina, (Toledo). Pues bien, aquella comunidad de monjas que en 1985 realizó la radical opción de no acojerse al concierto educativo recién establecido por la LODE, sabía de antemano que no podrían de ninguna forma contratar a profesores, personal administrativo, laboral y de mantenimiento. Igualmente, sabían que los padres no podrían pagar las altas cuotas que conlleva un colegio privado sin ningún tipo de financiación estatal.
Y sin embargo ellas siguieron adelante con su colegio, porque en función de sus votos de pobreza y castidad quedaban libres de necesitar ningún sueldo para ellas, que se encargarían directamente de la docencia, las tareas administrativas, el mantenimineto de las infraestructuras y todo lo relacionado con la vida de la comunidad educativa. Veinticinco años después, como es bien sabido, es el colegio con más solicitudes de entrada de España (en tantos por ciento), han abierto un colegio filial en Valdemoro (Madrid), los padres no pagan más de lo que lo hacen los de los colegios concertados, y la comunidad monástica ha experimentado un crecimiento en las vocaciones de un doscientos por cien respecto a la comunidad original.
Ahora preguntémonos, extendiendo el caso a todas aquellas personas que mantienen el voto de castidad en la Iglesia Católica, junto al de pobreza y obediencia (monjas, monjes, sacerdotes, laicos consagrados, etc): ¿habría sido posible el caso de haber tenido que mantener aquellas monjas originarias a toda una prole?. La respuesta es tan evidente que no es necesario ni mencionarla.
Pero claro, conociendo como conocemos la costumbre de nuestros calcolíticos progres de tomar la realidad y darle la vuelta como un calcetín para hacerla coincidir con sus esquemas ideológicos preestablecidos, no sería raro que apareciera alguno por aquí afirmando que la única razón de ser de los votos de castidad, pobreza y obediencia no es otra que el ahorro que tales formas de vida implican, como bien a las claras muestra el ejemplo citado, para mantener en una situación de dominio al pobre cura de clase baja, explotado y dominado, y favorecer así el enriquecimiento de las altas jerarquías.
Pero no merece la pena ya detenerse con elementos escapados de aquel mundo perdido. Simplemente, y desde un punto de vista mundano, pragmático y rastrero, la persona que desea entregar toda su vida al servicio de Dios, en la forma consagrada que sea, encontraría inconvenientes insuperables si además de ello tuviera que mantener una familia. Así de simple, mezquino y materialista.