PARA SER SACERDOTES? (I)
Expongo mi opinión sobre este tema pues no son pocos los que hablan de la conveniencia de que la Iglesia no imponga el celibato a los sacerdotes sino que éste sea opcional.
Y la primera cuestión que planteo es:
¿LA IGLESIA IMPONE EL CELIBATO?
Eso es lo que dicen algunos y, a partir de ahí, montan sus argumentos. Uno de los que emplean los defensores del celibato opcional es que el sacerdote debe ser libre para optar por un sacerdocio vinculado o no con el celibato; y más si tiene vocación al sacerdocio y no al celibato.
Lo primero que hay que clarificar es si la Iglesia impone o no el celibato. Es como si alguien pidiese que la Iglesia permitiese un matrimonio para unos cuantos años pero sin perpetuidad. No es el mismo caso, porque la perpetuidad está instituida por Jesucristo, pero vale como ejemplo ya que lo que la Iglesia quiere es que el sacerdocio que comunica tenga abierto el camino para la máxima perfección, es decir, para que el sacerdote se pueda dedicar en exclusiva al ejercicio del sacerdocio, porque se trata del mismo sacerdocio de Cristo y está en función de la salvación de todos los hombres.
Si el celibato se plantea como una obligación que impone la Iglesia a quien tiene vocación al sacerdocio pero no al celibato, es lógico que se la acuse de autoritarismo, de intransigencia, de falta de respeto a la libertad de los sacerdotes...
Pero si se entiende el celibato no como una vocación, sino como la renuncia a todo lo que pueda limitar la acción sacerdotal, es claro que el matrimonio con ser un sacramento, limitaría la dedicación plena del sacerdote a la evangelización abierta a todo el mundo. El problema está en si el llamado al sacerdocio está dispuesto a actuar el sacerdocio al estilo de Jesús pues es el mismo.
La actitud de la Iglesia al conceder el sacerdocio sólo a quienes hayan hecho opción por el celibato, es lógica; quiere que los sacerdotes se entreguen de lleno a su tarea sacerdotal. Esto no es obligar al celibato; eso es querer que el sacerdocio que confiere pueda tener su máxima expresión.
Es tan grande el fallo de perspectiva en esta acusación de que la Iglesia obliga al celibato, que es extraño que haya adquirido tal resonancia. Porque la cuestión queda reducida a plantearse si el aspirante al sacerdocio dispuesto a vivirlo abierto totalmente al servicio evangelizador, o si aspira a un sacerdocio a su medida. El sacerdocio no lo ofrece la Iglesia a la carta.
No es la Iglesia la que impone el celibato sino es el joven quien al sentir la llamada al sacerdocio, dice si está dispuesto a dedicar su vida incondicionalmente al servicio de la redención de todos los hombres. Si está dispuesto a ello, le dice al Señor: aquí estoy dispuesto a asumir tu sacerdocio y a ayudarte en la salvación de todos los hombres; dispón de mí incondicionalmente. Quiero dedicarme a ti en exclusiva. Y si no está dispuesto, la Iglesia no lo ordena.
José Gea