De entre todas las efemérides de las que me hago eco en el Día Cualquiera de hoy que puede Vd. conocer mejor si pincha aquí y que es, a su vez, expresión escrita del que presenté ayer en el programa Diálogos con la Ciencia de Radio María, destaco hoy esta noticia por el interés que me parece suscita.
Corría el año 62 d.C. de un día como hoy cuando la ciudad de Pompeya, a los pies del volcán Vesubio, es dañada por un fuerte terremoto. Sus 10.000 habitantes se ven obligados a dejar sus hogares, y muchos de ellos, los más pudientes, abandonan la ciudad para siempre, lo que tiene para ella una consecuencia inevitable, al entrar en un cierto declive económico.
Ojo que estoy hablando del terremoto del año 62, no del evento tremebundo que tendrá lugar diecisiete años después, exactamente el 25 de agosto del año 79 d.C., cuando se produce la estruendosa erupción del Vesubio que arrojará 10.000 millones de toneladas de material volcánico, ¡¡¡10.000 millones de toneladas!!!, las cuales sepultarán Pompeya y Herculano con todos sus habitantes, o por mejor decir, con todos los que quedaron en la ciudad sin acertar a huir a tiempo, aunque a decir verdad, todo apunte en la dirección de que fueron muy pocos los que tuvieron la buena idea y el buen tino de abandonarla mientras aún pudieron hacerlo. Normal, los seres humanos somos así, lo último que abandonamos es el hogar.
Según se sabe a partir de la investigación tanto de tipo documental, como arqueológica, -como, en este caso, principalmente geológica-, que se ha podido hacer sobre el tema, todo habría empezado el 24 de agosto del año 79 sobre la 1 de la tarde. A las 12 de la noche, Herculano, más cercana al Vesubio, habría desaparecido del mapa. Pompeya aún sobreviviría unas siete horas más, hasta las siete de la mañana, aunque su destino no sería menos trágico.
El proceso de destrucción se habría completado en cuatro oleadas: primero se habría producido una nube de gas con lluvia de piedras y cenizas; luego una primera corriente piroclástica no excesivamente mortífera; luego una nueva nube de gas, y finalmente una corriente piroclástica devastadora que iba a 160 kms/hora. Parece ser, y no es de extrañar, que la lluvia de ceniza se sintió en la mismísima Roma, a nada menos que 160 kms. de distancia. Y con toda seguridad, más lejos también.
Muy posiblemente, ni pompeyanos ni herculanenses eran conscientes de estar viviendo a las faldas de un volcán, afirmación que cabe hacer a partir de la pintura que ha aparecido en la muralla romana de Pompeya en la que se ve el Vesubio sin fumarola, y lo que es aún más revelador, muy frondoso y fértil, con un verdor que hace pensar en la importante actividad de tipo agrícola que los habitantes de la zona estarían practicando sobre sus laderas, lo que por otro lado poco tiene de particular cuanto que las tierras volcánicas son conocidamente fecundas.
La magnitud de la catástrofe va a ser tan grande que se va a perder definitivamente la memoria de Pompeya. El emplazamiento es abandonado para siempre y nadie se preocupa ni de recuperar la ciudad antigua ni de crear sobre sus escombros una nueva. Cosa que en cambio no sucederá en Herculano, emplazamiento que sí verá nacer sobre sus ruinas una nueva urbe.
A pesar de todo, un recuerdo vago de la historia sí va a permanecer sobre el escenario, y así, cuando merced a unas obras de canalización del rio Sarno, se hallan en 1599, después de quince siglos, los primeros vestigios de la ciudad de Pompeya, éstos se encuentran, no por casualidad, debajo de un montículo al que la gente llamaba “Civita”, ciudad, pequeño homenaje que la memoria inconsciente del ser humano rendía al lugar del holocausto.
Lo que, además, marca una diferencia importante de cara a la prospección y excavación de las antiguas ciudades, y así, mientras Pompeya ha sido sacada a la luz sin mayor dificultad y al día de hoy podemos decir que es visitable la práctica totalidad de su superficie, el descubrimiento de la antigua ciudad de Herculano, como si de un nuevo Saturno devorando a su hijos se tratara, sólo puede avanzar a costa de engullirse a la nueva ciudad creada sobre sus escombros, por lo que al día de hoy, muy posiblemente, apenas se conozca una quinta parte de su extensión, con lo que ello supone de imponderables sorpresas que su excavación puede depararnos todavía.
Y con esta noticia me despido por hoy, no sin desearles como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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