Siete años me permitió el Señor ser misionero y párroco, en Ayabaca, en la parroquia de la Virgen del Pilar donde se rinde culto a una impresionante imagen de Jesús Cautivo.

La liturgia de hoy nos habla del amor de Dios que nos ha venido a través de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

En este día meditemos en el amor infinito de Jesús, totalmente inmerecido por nosotros.

Él bebió el cáliz de la pasión hasta la última gota.

Los suyos no lo hemos entendido, pero cuantos imitan al Señor bebiendo su cáliz gozarán del triunfo del Señor.

Este maravilloso capítulo cincuenta y tres, totalmente mesiánico, describe el sufrimiento de Jesús.

Meditemos lo que dice Isaías, ocho siglos antes de que sucedan los acontecimientos:

«El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación… Por los trabajos de su alma verá la luz…».

El fruto de los sufrimientos del siervo de Yavé será este:

«Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos».

Pedimos la misericordia del Señor con gran confianza:

«Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre».

De ahí brota nuestra gran confianza en el Señor:

«Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti».

Nos invita esta carta a mantener la fe en Jesús, Sumo Sacerdote, que atravesó el cielo para venir a salvarnos.

Él nos puede salvar de todas nuestras debilidades porque «ha sido probado, como nosotros en todo, menos en el pecado».

Esto nos da confianza para llevarnos al trono de la gracia, para alcanzar «misericordia y encontrar la gracia en el tiempo oportuno».

Nuestro salvador, Jesús, ha venido a servir y nos pide que le imitemos en el servicio a los hermanos:

«El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por muchos».

 

Cuenta San Marcos que un buen día se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».

A la pregunta de Jesús, contestan: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».

Jesús les advierte otra cosa muy distinta:

«¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?».

No creo que entendieran mucho la pregunta, pero contestaron: «¡Lo somos!».

Ahora sí, me imagino que fue muy fuerte lo que oyeron:

«El cáliz que yo he de beber lo beberéis y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo. Está ya reservado».

Esta conversación llenó de envidia al resto de los apóstoles y Jesús tuvo que apaciguarlos:

«Los jefes de los pueblos los tiranizan…».

Y ahora, viene la gran lección de Jesucristo Cautivo:

«El que quiera ser grande sea vuestro servidor y el que quiera ser primero sea esclavo de todos».

Jesús completa la escena poniéndose como ejemplo para ellos y para todos nosotros:

«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

Muchas cosas nos ha enseñado Jesús, pero sin duda son dos cosas las fundamentales: el amor único a su Padre y el servicio al prójimo, especialmente a los más pequeños y vulnerables, por amor de Él.

 

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 Evangelio y Homilía Breve

Homilía breve de Mons. José Ignacio Alemany Grau, Obispo Redentorista.
SÁBADO XXVIII T ORDINARIO. «El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir».

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