Los daños a menores causados por los tópicos ideológicos de género.
En poco más de una década la ola de la versión más radical de la ideología de género, la teoría queer, ha invadido el mundo con una prevalencia sorprendente en el ámbito político, académico, legislativo y sanitario; y con una triste huella que va dejando mucho dolor a su paso: el crecimiento desbocado de los casos de niños -sobre todo niñas- que afirman su condición de trans e inician procesos de transición hacia el otro sexo a edades cada vez más tempranas, desamparados por sus padres a los que las leyes restringen su posibilidad de ejercer la patria potestad en estos casos y por médicos y sicólogos que renuncian a su función de diagnosticar y se rinden acríticamente ante el autodiagnóstico del menor.
Pero, a la vez y con la misma rapidez, va surgiendo una literatura crítica que desvela la inconsistencia científica y antropológica de esta ideología y denuncia el irresponsable daño que en su nombre se está haciendo a tantos niños y niñas. Quiero referirme a dos buenos libros recientes en esta materia, uno norteamericano y otro español, ambos publicados por la editorial Deusto.
Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas, de Abigail Shrier (299 págs.) es una investigación periodística sobre la "locura transgénero" de menores adolescentes en USA, basada en entrevistas con las personas afectadas Este libro ha sido muy polémico: peticiones de censura y prohibición, por parte de algunos; declarado libro del año por medios como Times o Economist, por otra. Se entiende esta polémica pues esta obra pone sobre la mesa una de las pandemias de nuestra época: el creciente número de chicas que optan por el llamado cambio de sexo en la adolescencia, sin antecedentes de disforia en la infancia, adoctrinadas en internet por influencers y que, en muchos casos, tras someterse a tratamientos con testosterona y en su caso a cirugías varias, perciben como un error sus decisiones al respecto.
El libro de Shrier se centra en las chicas, pues son ya un 70% de los casos de cambio de sexo; y resalta los indicios existentes de cómo esta moda transgénero está inducida culturalmente y encubre otras patologías que no son tratadas, pues el negocio del cambio de género ha secuestrado también la medicina. Los análisis de Shrier sobre el adoctrinamiento de género en las escuelas norteamericanas y la práctica habitual de admisión por los profesionales médicos del autodiagnóstico del menor que se declara trans sin revisión ni contraste objetivo alguno, son quizá los aspectos más espeluznantes y preocupantes de este informe.
También resulta digna de reflexión la absoluta indefensión de los padres de esas menores (bien documentada por la autora) que se ven impotentes para intentar introducir sensatez y ciencia en las decisiones de sus hijas auto declaradas trans; padres que se enfrentan a un muro ideológico y político que los trata como si fuesen enemigos declarados de sus propias hijas, aunque al final son los que están ahí para ayudar cuando sus hijas advierten su error.
La obra de Shrier tiene el valor añadido de estar escrita sin prejuicios a priori y sobre la base de entrevistas a los actores de este drama: niños y niñas trans, educadores, médicos y estudiosos y padres que han vivido esta experiencia. Para un lector español es muy útil este libro cuando este drama empieza a ser común también aquí y cuando se anuncia una próxima ley sobre esta materia que -por desgracia- pretende apostar por el apoyo a las peores praxis en la materia, las que Shrier denuncia con datos reales.
Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género, de José Erasti y Marino Pérez Álvarez, ambos profesores de psicología en la Universidad de Oviedo, es un análisis español sobre la misma materia, también muy útil. Libro más teórico que el de Shrier, denuncia los mismos problemas con una gran claridad.
En los dos primeros capítulos (págs. 25 a 79) los autores ponen de manifiesto cómo el sexo tiene que ver ante todo con la reproducción y no solo en la especie humana; y que la sexualidad es binaria (masculino, femenino) porque los gametos lo son y “no hay un tercer tipo de gametos. No hay ni espermatóvulos ni ovulozoides. Los gametos no forman un espectro. La fecundación y la gestación no son los extremos de un continuo de funciones. La negación de esta evidencia biológica por intereses políticos o ideológicos espurios sólo puede traer confusión y problemas a la sociedad” (pág. 35). Y: “lo que determina el sexo de un individuo es la función que cumple en la reproducción sexual anisogámica, es decir el tipo de gameto que aporta a la reproducción” (pág. 40). Así de clara y de contundente es la refutación que hacen los autores de las teorías de la identidad de género; y debo advertir que se trata de autores vinculados a la izquierda política y muy alejados de la cosmovisión cristiana sobre la sexualidad, pero tienen ojos en la cara y no niegan las evidencias científicas.
En los siguientes capítulos analizan la matriz neoliberal de los mitos sobre los sentimientos y la identidad subjetiva como fuentes de la verdad sobre uno mismo, la difusión de esta ideología en la política, las leyes, la educación, la sanidad y los medios de comunicación y cómo es la sociedad quien influye en las personas con sus mitos culturales creando modas como la actual del transgenerismo. El capítulo 5 (págs. 131 a 161) se dedica al estudio del pensamiento de Judith Butler y Paul B. Preciado, dos de los ideólogos queer más influyentes en la actualidad; el capítulo 6 al análisis del activismo queer en los ambientes culturales y universitarios y el capítulo 7 (págs. 195 y ss.) al problema específico que denominan “infancia trans”. En este último capítulo y el siguiente documentan la afirmación que da título al libro (nadie nace en un cuerpo equivocado) y defienden con pasión -como profesionales- que no hay nada más anticientífico y antiético que el dogma de que la transición al otro sexo es la única y universal salida aceptable para los problemas de identidad sexual en menores.
Los dos últimos capítulos del libro, con un estilo muy diferente, mucho más irónico y polémico, se acercan al fenómeno de la neolengua de género y a lo que llaman la Santa Inqueersición, es decir la tentación totalitaria que supone hoy esta moda cultural.
Dos libros que deberían leer los legisladores españoles antes de aprobar una nueva ley nociva para los menores y la libertad; y que vendrán muy bien a padres y educadores que se enfrenten a estos problemas.
Benigno Blanco