Ahora que estamos en Pascua, -la Pascua florida, que se decía antaño, la que surge a ritmo de primavera, con nuevas flores y fragancias nuevas-, será bueno escoger uno de esos temas permanentes e inagotables, práctico y eficaz, que sirva para ensanchar horizontes y mejorar nuestras vidas. Me lo brinda Jaime Nubiola, en su librito «Invitación a pensar», que es una delicia de reflexiones urgentes y recetas fáciles para contemplar la vida con optimismo. A la vista de tantas crisis familiares, con la que está cayendo, con mi mil dificultades en miles de hogares, Nubiola se inventa una fórmula que resume en esta frase: «Más sopa». No se trata de poner sopa todos los días, pues, aunque a muchos niños les guste, a los adolescentes suele cansarles. Lo de «más SOPA» viene a ser como una especie de receta: cada una de las letras es la inicial de una recomendación de enorme importancia.
La primera es la «s» de serenidad. Pase lo que pase, se rompa lo que se rompa, en casa nunca hay que ponerse nervioso. Cuando un hijo suspende o hace un desastre no se gana nada gritando, sino que todo se empeora todavía más. En una situación crítica no hay que dejarse arrastrar por la tensión y tomar decisiones que luego se mostrarán desacertadas. Cuando uno se agobia y pierde la serenidad, hay que recuperar la paz por dentro y por fuera lo antes posible aunque sea dando una vuelta a la manzana. Lo que no podemos hacer es agobiar a los demás con nuestro mal humor o nuestro genio insoportable.
La segunda es la «o» de orden. El orden material de la casa, tanto en la cocina, en la sala de estar, como en las habitaciones e incluso en los armarios: convendrá que haya una leonera para los niños, pero no puede ser toda la casa una leonera. ¡Cuánto ayuda el orden para la convivencia y cuánto daña el desorden!
La tercera es la «p» de puntualidad, que a algunos tanto cuesta. En una casa -con más razón en la de una familia numerosa- tiene que haber un horario que incluya el levantarse de la cama, la hora de comer y de cenar, las horas para llegar habitualmente a casa, para ver la televisión, etc. No puede parecer un cuartel, pero hace falta un horario. Será tarea de todos el empeñarse en llegar a tiempo a las cosas: eso es hacer familia, eso es demostrar con hechos el cariño.
La cuarta es la «a» que corresponde a la alegría y que muchas veces es también el mejor fruto del cuidado de las otras tres. Si en una familia todos procuran estar serenos, hay un cierto orden y una relativa puntualidad, lo lógico es que como se quieren, estén de ordinario alegres. La alegría se traducirá en la sonrisa cariñosa habitual, en las risas a carcajadas a veces, en los besos, abrazos y caricias que expresan el afecto.
¡Qué receta tan fácil y tan hermosa! No costará mucho aplicarla en nuestras familias, golpeadas tantas veces por el vendaval de la prisa que hace perder los estribos y acrecentar el malhumor. Serenidad, paz y sosiego; orden, puntualidad y alegría. ¡Resulta tan fácil abrir las manos de par en par para el abrazo e iluminar el semblante con una sonrisa!