UN CERO, UN CERO
Porque si causa perjuicio, en lugar de utilidad,
la mayor habilidad, en vez de virtud, es vicio.
-Samaniego-
Manuel García Nieto (1894-1974), más conocido como el padre Nieto, fue un sacerdote jesuita en proceso de canonización, que goza de gran devoción entre sus paisanos y los habitantes de Cantabria. Muchos de ellos son obispos y sacerdotes que el mismo padre Nieto formó en la Universidad de Comillas.
Tras su muerte la compañía de Jesús inició el proceso para su canonización. Palabras suyas son: «Un acto de amor de Dios vale más que la creación entera» y «Hay que reventarse por Cristo».
Un joven, dirigido suyo, fue a pedirle consejo antes de casarse.
—Mire usted, padre, en breve quiero casarme y ya que no ha podido venir mi novia, me gustaría que usted me dijese su opinión sobre ella.
—Bien, tomaré nota de lo que me digas, respondió el P. Nieto.
Todo contento por haber logrado la opinión de aquel santo sacerdote, el joven comenzó entusiasmado a describir las cualidades y valores de su novia.
—Es rica.
—Un cero.
—¡...! Muy agradable de cara, yo diría que guapa.
—Un cero.
—¿...? Por supuesto de mi edad, joven.
—Un cero.
—¿¡!? Es de una familia con abolengo, bien situada.
—Un cero.
El joven quedó totalmente desconcertado, pero como llevaba pensado más o menos lo que iba a decirle, expuso la última cualidad prevista.
—Además de lo dicho, creo que es virtuosa; ama el bien y se sacrifica por difundirlo.
Entonces, el P. Nieto, cambió de semblante y, sonriendo, escribió un uno delante de todos los ceros.
—¡Has acertado, hijo! La riqueza se gasta, la hermosura se marchita, la juventud desaparece, la nobleza que se hereda no da bienestar ni dicha; pero la virtud, es una cualidad meritoria por sí que da valor a las demás. Sin virtud, la riqueza es altanera; la hermosura, fatua; la juventud, caprichosa; y la alcurnia, insufrible. Son, en fin, cuatro cualidades como ceros, que por sí solas nada valen; la virtud es la unidad que les da mérito.
El P. Nieto del que decían sus contemporáneos que era más santo que feo y feo era feísimo, nos apremia a poner el uno delante de todos nuestros ceros. Si lo hacemos con naturalidad, paz y constancia, el amor nos llevará a la perfección y, con permiso del P. Nieto, sin necesidad de que reventemos.