La conmoción causada por la muerte del Presidente de la República Polaca, Lech Kaczynski, junto con varios miembros del Gobierno y otras personalidades en accidente de aviación en Rusia, debe ser motivo para volver sobre algunos de los aspectos más destacados que la vida política del difunto Kaczynski nos ha legado.

Kaczynski, al igual que su hermano gemelo Jaroslaw, fue un católico convencido que encarnó como pocos la presencia de la fe en la vida pública y en la política de su país. Su carrera comenzó a finales de los años ochenta, los últimos del comunismo en Polonia, dando el paso definitivo a la misma con la llegada de Lech Walesa a la presidencia polaca. Tras las turbulencias políticas de la “transición polaca”, puestas en evidencia durante la década de los noventa, el 26 de abril de 2001 funda junto con su hermano el Partido Ley y Justicia.

Ley y Justicia se proponía atajar los males que aquejaban al joven régimen polaco nacido de la caída del comunismo, basando su programa en unas premisas que eran poco menos que el fiel reflejo de la propia Doctrina Social de la Iglesia aplicada a la política en un país. En primer lugar dotación de amplios poderes al Estado en lo relativo a atajar la corrupción de la función pública, acabando de raíz y sin contemplaciones con el amiguismo, la regeneración de todas las instituciones políticas y el fin de las corruptelas económicas.

En segundo lugar, aceleración del progreso económico de Polonia a partir de un sistema económico en el que se reconociera y se protegiera el libre mercado y la libertad de empresa, auténticos motores de cualquier economía, pero que al mismo tiempo contuviera una serie de políticas sociales al más puro estilo de la inicial “democracia cristiana”, como eran la universalización de la educación, la asistencia sanitaria y la expansión de la vivienda protegida, todo con cargo al erario público.

Su insistencia en arbitrar mecanismos para garantizar la transparencia del sistema, en los controles públicos y los mecanismos de corrección social tales como la persecución de la delincuencia común, les valió severas críticas en otros países de Europa por parte de algunos sectores que les tacharon de totalitarios, precisamente los mismos sectores que estaban causando en Europa el derrumbe y el colapso del tejido social y la fibra moral de muchas sociedades occidentales.

En tercer lugar, un decidido impulso por la regeneración moral de la sociedad polaca, que recuperara las señas de identidad de la nación y restableciera la justicia y la memoria de las innumerables víctimas del largo período comunista. Es en este punto donde el partido Ley y Justicia puso el acento en la familia como célula básica de la sociedad, en la defensa de la misma con una oposición decidida a medidas desnaturalizadoras y desintegradoras como los matrimonios gays, y una fuerte oposición al aborto, la eutanasia y otras medidas de ingeniería social muy en auge en occidente.

En cuarto lugar, la política exterior de Ley y Justicia pasaba por una mayor vinculación atlantista, primando el acercamiento estratégico a los Estados Unidos, mientras recelaba del proceso de contrucción de la Unión Europea y de la acción de los burócratas de Bruselas, sobre todo en lo relativo a la pérdida de autonomía de Polonia para reorganizar su propio futuro y en las medidas contenidas en proyectos como la Constitución Europea, que imponían unas señas de identidad falsas y contrarias al sentimiento nacional de la gran mayoría de los polacos.

El 9 de octubre de 2005 se celebraron elecciones presidenciales en Polonia, pasando Lech Kaczynski a la segunda vuelta, en la cual resultó vencedor el 24 de ese mismo mes con el 54% de los votos. Celebradas las elecciones legislativas unos días antes, de este proceso electoral salieron los dos hermanos Kaczynski como máximos responsables del poder en Polonia, Lech como presidente de la República, y Jaroslaw como Primer Ministro, si bien seis meses después tras haber logrado una mayoría parlamentaria estable.

En sus primeras alocuciones como primer ministro, Kaczynski prometió mantener una actitud de firmeza en la defensa de los intereses nacionales en la UE, la cual debía respetar los valores católicos de los polacos. Según él, era imperativo que el país salvaguardara su "plena soberanía en lo que concierne a la moral y en defensa de la familia".

Jaroslaw cedió el cargo del Primer Ministro en posteriores procesos electorales, mientras Lech continuó como Presidente de Polonia hasta su trágico fallecimiento en accidente de aviación. Su legado y su obra política serguirán siendo una referencia ineludible en una Europa que ha perdido sus señas de identidad y se desintegra a un ritmo acelerado en sus estructuras sociales y en su fibra moral.