O tempora, o mores!
Parece que junto a su célebre Semana Santa, la más celebrada de Castilla, una de las más bonitas de España, vale decir del mundo, se está haciendo famosa Zamora por su botellón del Jueves santo, que reúne un mínimo de cinco mil jóvenes venidos muchos de ellos de fuera de la ciudad ex-professo para la celebración, y que en esta ocasión, imagino que no por primera vez, hasta motivo ha sido de las deliberaciones en el concejo de la ciudad.
Parece que junto a su célebre Semana Santa, la más celebrada de Castilla, una de las más bonitas de España, vale decir del mundo, se está haciendo famosa Zamora por su botellón del Jueves santo, que reúne un mínimo de cinco mil jóvenes venidos muchos de ellos de fuera de la ciudad ex-professo para la celebración, y que en esta ocasión, imagino que no por primera vez, hasta motivo ha sido de las deliberaciones en el concejo de la ciudad.
Los jóvenes dirán que el botellón es la única manera de poder beber unos tragos sin tener que dejarse la hijuela en el intento. Los empresarios del sector, que ellos no sólo proporcionan una copa, sino un lugar caliente, unas comodidades, un servicio y que si se considera todo ello, lo que ofrecen no es nada caro. No es, en todo caso, en la cuestión del botellón en la que quiero entrar ahora, sino en otra algo diferente.
Causa pena que los jóvenes españoles de nuestros días no conciban otra manera de relacionarse y divertirse que la de reunirse en masa y en torno a unas botellas al solo objeto de caer mamados de la manera más eficaz posible. Como me decía un sueco que conocí cuando era aún más joven que ahora –si cabe- y cuyo único objetivo ante una copa era alcanzar cuanto antes el coma etílico: “¡Mezcla, que es más rápido!”.
Yo comprendo que hay un momento para la expansión juvenil, para la juerga concebida en su acepción más fundamentalista. Lo que me apena de que los jóvenes zamoranos tengan que celebrar el botellón exactamente el Jueves Santo no es ni siquiera que no sea esa la manera de celebrar un Jueves Santo, al modo en que se hacía hace treinta o cuarenta años, cuando ni los cines ni los bares abrían en día tal. Tampoco son las molestias que dicho botellón pueda causar a quienes están celebrando la Semana Santa de otra forma, pues quiero creer que tanta reunión del consistorio para tratar el tema, habrá redundado en el apropiado reparto de los espacios y los tiempos para que ni unos ni otros se molesten. Lo que verdaderamente me apena de que los jóvenes zamoranos dediquen el Jueves Santo en Zamora al botellón es que no tengan educada la sensibilidad como para apreciar que ése, justamente ése y en Zamora, podría ser un día diferente, en el que divertirse de otra manera diferente.
El año “ocioso” de un joven está compuesto de ciento tres días feriados entre sábados y domingos, a los que añadir otros trece feriados esparcidos por el calendario, a los que añadir cincuenta un viernes que a los efectos son lo mismo, más setenta días de vacaciones estivales. Total doscientos cuarenta y siete, y eso sin contar ni los feriados navideños ni los pascuales. ¿Es que en esa barbaridad de días no hay siquiera un hueco para solazarse de una manera diferente a la habitual (y fíjense Vds. que ni siquiera hablo de rezar o de hacer penitencia)?
En Zamora... un Jueves Santo... con lo bonito que se pone Zamora un Jueves Santo...
En Zamora... un Jueves Santo... con lo bonito que se pone Zamora un Jueves Santo...