Han pasado cuatro meses desde la beatificación de Concepción Cabrera de Armida en la Basílica de Guadalupe (4 de mayo de 2019) y conviene detenernos un momento para estudiarla y, sobre todo, asimilarla en retrospectiva. Los que participamos en la ceremonia salimos saturados de gusto, de ejemplos, de una experiencia para muchos de nosotros inédita. Lo anterior, implica volver al hecho ya con más calma.
¿Qué líneas de acción pastoral nos confirma su beatificación? Al menos, tres puntos muy concretos a la luz de lo que ella vivió y enseñó con el ejemplo:
- Vivir una espiritualidad como proceso:
Lo exterior nace del interior. De ahí la importancia de la espiritualidad, pero ¿cuál? La que surge de la fe cristiana, la de la lectio divina, la del Santísimo expuesto, la del compromiso social. Lo anterior, como proceso creciente. Así lo hizo Concepción Cabrera de Armida. Cada momento de oración, aún sintiendo largos años de sequedad, de falta de devoción, la llevaba a un nuevo paso en su relación con Dios. No le hablaba al cosmos, ni a la energía, ni al equilibrio metafísico, sino a Jesucristo. Hace falta recordar que la espiritualidad es el encuentro con una persona: Dios. Crecer en todo esto, poco a poco, con paciencia y sentido pedagógico. Lo que descubría en el silencio, lo consultaba y, una vez que todo estaba claro, iba a la práctica, al terreno, a los problemas, a lo complejo de la vida. En ella no hay ningún tipo de evasión, sino un constante buscar a Dios en la realidad, incluso en medio de la persecución religiosa que se vivió en México durante buena parte del siglo XX.
- El laico no es un plan b:
Los laicos no son un plan b por falta de vocaciones religiosas ni unos frustrados que no lograron ser sacerdotes. Esas ideas desfiguran el sentido del sacerdocio bautismal. Concepción Cabrera Armida no se dejó “clericalizar”. Ella tuvo una identidad clara. Por eso, la llamamos laica, mística y madre de familia. Lo hizo desde esas tres opciones. Nada de encerrarse en la sacristía o de fingir una voz entrecortada al pasar a leer en Misa. Ella supo de gastos, de ingresos, de fundaciones, de educar hijos, etc. Una mujer líder que no copiaba el lenguaje de los religiosos, sino que hacía equipo con ellos desde su identidad concreta. Es triste ver a un laico imitando al sacerdote, metido en cosas que son evasión de lo que le toca en el mundo de la banca, de lo social, de la política, del trabajo. Necesitamos recordar que los laicos tienen una misión directa en la transformación de la sociedad.
- En favor de los sacerdotes:
Concepción Cabrera de Armida no fue una copia de una religiosa, pero sí una laica que comprendió el valor de la tarea de los sacerdotes. Ante todo, rezaba por ellos y sabía ayudarles en sus necesidades; sobre todo, velando porque recibieran una sólida formación que les permitiera realizar su misión con calidad humana, espiritual e intelectual. Hoy que la Iglesia sufre a causa de los delitos cometidos por algunos sacerdotes, necesitamos una espiritualidad sacerdotal que promueva vocaciones de verdad y no desdibujadas. De ahí el valor de la opción de la nueva beata.
Conclusión:
Si tenemos que resumir en una sola palabra el significado de la beatificación de Concepción Cabrera de Armida, fundadora de las Obras de la Cruz, la encontramos en el siguiente término: ¡actualidad!