En el Evangelio de este domingo vemos cómo se inicia el seguimiento del Señor por parte de los primeros discípulos. Discípulos que alcanzaron ser Apóstoles, es decir, enviado, mensajero o embajador. Quizás podamos tomar este episodio evangélico como símil que nos ayude a empezar a ser discípulos y en un futuro, evangelizadores. Juan y Andrés, siguieron a Cristo tras indicar San Juan Bautista que era el "Cordero de Dios". Fue un episodio similar al de los Discípulos de Emaús. San Juan Crisóstomo nos habla de ello de forma clara:
Pero ellos no sólo manifestaron su amor a Jesucristo siguiéndole, sino hasta en el modo de preguntarle. Por esto sigue: "Ellos le dijeron, Rabbí (que quiere decir Maestro), ¿en dónde moras?" Cuando todavía no habían aprendido nada de El, ya le llaman Maestro, considerándose así como discípulos y manifestando la causa por la que le siguen.
Demostraban, pues, gran deseo de aprender, porque no se separaron de El aunque vieron que el sol llegaba a su ocaso. Pero sucede a muchos que viven esclavos de la carne que creen que después de comer no se tiene aptitud ni aun para lo más necesario, porque el cuerpo se entorpece con las comidas. Pero San Juan, de quien éstos eran discípulos, no se encontraba en este caso, porque vivía en mayor sobriedad por la tarde que nosotros por la mañana. (San Juan Crisóstomo, in Ioannem, hom. 17)
Cristo le preguntó a Juan y Andrés qué querían, al ver que le seguían. Responden que desean saber dónde habita para acompañarle. San Juan Crisóstomo indica que el Señor les recibe con amistad y agrado. Pasa con ellos todo el tiempo que ellos deseaban estar en su compañía. Ya era de noche y seguían con Él. Cristo les hablaba con Palabras de vida eterna y eso hace que el tiempo deje de correr para quien sigue sus pisadas. Andrés fue, quizás, el primer evangelizador entre los Apóstoles. ¿Por qué? Porque contó a su hermano Simón que había encontrado al Mesías y le acompañó hasta donde vivía el Señor. Ahí Cristo le llamó Cefas que es roca, en latín 'petrus', Pedro. Pedro recibió la Buena Noticia y no dudó en acercarse con Andrés. Necesitaba, ansiaba y se inquietaba por la ausencia de Dios en su vida.
Miremos ahora nuestra actitud. Hemos sido bautizados y hemos recibido muchas catequesis. Hemos recibido la Eucaristía y nos hemos confesado muchas veces. Hemos aceptado seguir a Cristo con la confirmación. Si Cristo nos preguntase qué buscamos o queremos, ¿Qué le responderíamos? Seguimos las pisadas de Cristo desde hace años y décadas. Si seguimos adelante no es porque seguir a Cristo nos traiga honores, amistades, poder o dinero. No es así, porque seguir al Señor implica negación de sí mismo y tomar la cruz. Si seguimos a Cristo no nos importará que otras personas nos ignoren e incluso no nos hablen. No tiene importancia ninguna sentir el rechazo del mundo, porque antes lo sintió en sus carnes el propio Señor.
Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. (Jn 15, 18-19)
En su momento, Andrés, Juan y Pedro, no eran conscientes de lo que significa llevar la cruz en sus hombros. Con el tiempo fueron sintiendo el rechazo y la soledad. San Juan exilado en Patmos, recibe la revelación que constituye el libro del Apocalipsis. Un libro que a veces es complicado de leer, pero que nos prepara para los duros momentos por los que pasaremos. Luego se desplaza a Éfeso donde fallece. La Carta el Ángel a la Iglesia de Éfeso (Ap 2,1-7) es verdaderamente bella. Habla claramente de la pérdida del "amor primero" que nos lleva a dejar de evangelizar y dejar de seguir al Señor. Mons. José Octavio Ruiz Arenas, Arzobispo Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, indicó:
La Nueva Evangelización no consiste en anunciar un mensaje nuevo, distinto al de siempre, ni tampoco en utilizar simplemente nuevas estrategias o métodos novedosos y llamativos para atraer a la gente. En realidad se trata de volver al “amor primero” del que nos habla el libro del Apocalipsis, cuando reprocha a la Iglesia de Éfeso: «Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes» (Ap 2 ,4). (Mons. José Octavio Ruiz Arenas. L’Osservatore Romano)
¿Qué tenían dentro Andrés, Juan y Pedro, antes de ver a Cristo por primera vez? Tenían el amor primero que hoy en día hemos olvidado. Por eso no dudaron un segundo y siguieron al Señor. ¿Qué es lo que nos sobra hoy en día? Objetivos de relevancia social que ocultan la sencillez del mensaje del Señor. ¿Qué deberíamos querer? Acompañar al Señor a donde Él vive en sencillez y paz. Escuchar su voz y beber el Agua Viva que cambiaría nuestra vida. ¿Qué más podemos ansiar que eso?