Sobradamente conocido es que la festividad de los santos acostumbra a celebrarse en el día de su muerte, coincidente con su “dies natalis”, o día de su nacimiento a la vida eterna y definitiva. Entonces, la pregunta: si Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582, ¿por qué celebramos su festividad un día tan extraño como el 15, aunque sea de ese mismo mes?
Pues bien, a esta interrogante cabe dar una respuesta que expongo como hipótesis muy plausible, a expensas de que alguien presente mejores pruebas.
Es un hecho que la primera festividad de Santa Teresa, ya desde "sus tiempos de beata", se celebró el 5 de octubre, que sigue sin ser el 4 en que se produce su óbito, pero que, al menos, se aproxima mucho más. Nos consta que “el 17 de julio de 1617 la Congregación, habiendo hecho relación al Papa de lo decretado por dicha Congregación con satisfacción de todos, el Papa concedió a todos los reinos de España y a Portugal la gracia dada a Castilla la Vieja: que los religiosos y las religiosas y sacerdotes seculares pudieran rezar el oficio y decir misa de la beata Teresa en su día, el 5 de octubre” (“La canonización de Santa Teresa de Jesús” Juan Urkiza OCD. página 247)
Existe una poderosísima razón para hacer estos traslados de la festividad a una fecha aproximada que se considera más adecuada: la coincidencia de dos santos de parecida devoción en el mismo día. Y acontece que el 4 de octubre la Iglesia celebraba, ya desde antiguo, la festividad de San Francisco de Asís. Por lo que pudo parecer adecuado no hacerla coincidir con la de otro personaje que suscitaba parecida devoción, Santa Teresa de Jesús, aunque por aquel entonces sólo fuera beata.
Algo parecido ocurre, sólo a modo de ejemplo, con otra ilustre Santa Teresa, en este caso Santa Teresita del Niño Jesús (que por cierto elige su nombre de profesión en honor de la gran santa abulense), fallecida el 30 de septiembre, pero celebrada el 1 de octubre, para evitar la coincidencia de la festividad con la de un santo tan importante como San Jerónimo, celebrado precisamente, ese día 30 de septiembre. O con Santa Catalina de Siena, cuya festividad es trasladada en 1628 por el papa Urbano VIII al día siguiente, para que no coincidiera como la de San Pedro de Verona, aunque en 1969 volviera a su fecha original.
Muy bien, ya tenemos una explicación plausible al hecho de que Santa Teresa sea celebrada el 5 de octubre y no el 4, como habría sido “lo normal”.
Pero ¿y el 15? ¿Por qué el 15 y no el 5 como inicialmente se hacía?
Aquí podemos seguir especulando “plausiblemente” y ofrecer otra explicación nada disparatada. Y es que el 5 de octubre de 1582, aquél en el que sin serlo efectivamente pero celebrábamos el “dies natalis” de Santa Teresa de Jesús a la vida eterna… ¡¡¡no existió!!! Sí, como lo oye Vd.. El día 5 de octubre de 1582 ¡no existió! Y como el 5, tampoco el 6, ni el 7, ni el 8, ni el 9, ni el 10, ni el 11, ni el 12, ni el 13, ni el 14. Al día 4 de octubre de 1582 siguió en el calendario el 15 de octubre.
Y eso es así porque el día en el que murió Santa Teresa de Jesús, ¡ese mismo día, que ya es casualidad! entra en vigor la reforma gregoriana del calendario.
La reforma no era arbitraria ni caprichosa, sino que la ordena el Papa Gregorio XIII –de ahí el nombre de la reforma- para ajustar el pequeño error existente en el calendario anteriormente vigente, el calendario juliano, implantado nada menos que por Julio César en el año 46 a.C., el cual contenía un mínimo desfase que hacía que el calendario oficial perdiera un día respecto del calendario solar cada siglo y medio, habiéndose acumulado desde su implantación diez días de desajuste ya. Por cierto que es un estudio de la Universidad de Salamanca de 1515 el que advierte del desarreglo producido y da las claves para la reforma del calendario.
El primer país del mundo que implanta este importantísimo avance científico –tan importante o más que los descubrimientos copernicanos sobre el heliocentrismo- será España, vale decir, medio planeta, pues no se olvide que por aquél entonces, Felipe II era rey de España y de Portugal, en aquel imperio planetario que se extendía por cuatro continentes y en el que, fuera el que fuera el calendario, no se ponía el sol.
Francia no implantará el calendario gregoriano hasta 1682. Alemania no lo hará hasta 1700. Hasta 1752, Inglaterra y los futuros Estados Unidos (bueno, miento, antes ya lo habían hecho los territorios norteamericanos que eran españoles y sólo luego, muy luego, serán estadounidenses). Hasta 1873, Japón. Rusia hasta 1918.
No tiene nada de particular, pues, que al establecer la definitiva festividad de Santa Teresa, la Iglesia convirtiera ese 5 de octubre en que se venía celebrando hasta la fecha, en el 15 de octubre en que con el calendario gregoriano se había convertido, queriendo o sin querer. Y de paso, rendir un discreto como merecido homenaje a ese papa que promoviera un avance científico tan importante como el de ajustar con todo rigor el calendario oficial al calendario solar.
Dicho todo lo cual, que tengan Vds. un maravilloso día de Santa Teresa y en el que como siempre, hagan Vds. mucho bien y no reciban menos.
Quiero dedicar este artículo al convento de carmelitas descalzas de Ronda. Una conversación con una de las maravillosas hermanas, -amable, prudente y sabia-, que en él residen y que con tanto esmero lo cuidan, -cuyo nombre no me autoriza a dar, pero que queda para siempre en mi corazón-, me aportó las claves que hoy puedo revelar a Vds. en este artículo.
©L.A.
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