Ciudad Obregón es la cabecera municipal de Cajeme. Es una pequeña ciudad de medio millón de habitantes, en medio del Valle del Yaqui. El Valle del Yaqui está situado al sur del Estado de Sonora, que está al noroeste de México, al sur de Arizona (y que antes era parte de Sonora, hasta la guerra de 1847). Nos separan más de nueve mil kilómetros... sin embargo, nos une la Virgen de Guadalupe, emperatriz de América, como la llamó el venerable Pío XII. Desde allí, ya no hay distancias que valgan, me preguntan por la cifra de los seglares asesinados "in odium fidei" durante la persecución religiosa. La consulta afirma:
«Recuerdo haber leído, me parece que en algún libro de D. Ricardo de la Cierva, que en el Santuario de la Gran Promesa de Valladolid, están inscritos los nombres de casi cien mil seglares asesinados en la Segunda República y Guerra Civil, por odio a la fe, pero no me he podido encontrar confirmación de esa noticia.
Buscando, encontré una nota en Religión en Libertad que menciona que se depositaron en ese santuario los albúmenes con los nombres de los cerca de siete mil miembros del clero, asesinados en la guerra civil, pero no hay mención de los seglares».
Primero, quién es RICARDO DE LA CIERVA
Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015) fue catedrático de Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Alcalá de Henares. Nacido en Madrid el 9 de noviembre de 1926, era nieto de un ministro de Alfonso XIII y sobrino del inventor del autogiro, Juan de la Cierva. Su padre, el abogado Ricardo de la Cierva y Codorníu, fue asesinado por el Frente Popular en Paracuellos de Jarama en 1936 cuando trataba de huir a Francia. Su hijo dedicó un libro a este episodio familiar.
En lo político: ocupó con Franco el puesto de jefe del Gabinete de Estudios sobre Historia en el Ministerio de Información y Turismo y en 1973 pasó a ser director general de Cultura Popular y presidente del Instituto Nacional del Libro Español. Durante la Transición, fue elegido senador por Murcia en 1977, y nombrado consejero del presidente del Gobierno para asuntos culturales en 1978. En las elecciones generales de 1979 entró en el Congreso de los Diputados y en 1980, por ocho meses, fue nombrado ministro de Cultura con la Unión de Centro Democrático. Después colaboró con la Alianza Popular de Manuel Fraga como coordinador cultural.
Su bibliografía -más de 70 volúmenes- es extensa en materia histórica, en concreto sobre Segunda República española, la guerra civil española, el franquismo o la masonería.
En 2009, obra a la que se refiere la consulta, publica:
CAÍDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA
De la Cierva fundó, en otoño de 1993, su propia editorial después de décadas publicando con Editorial Planeta. Se llamaba Editorial Fénix S.L. Biblioteca de la Memoria Histórica . La tapa del libro publicita que este libro contiene 2 DVD ´s con el listado de caídos cuyos nombres se recogen en un libro que se conserva en el Santuario de la Gran Promesa de Valladolid.
Este era el libro 153 de Ricardo de la Cierva, en cuya contraportada leemos que lo ha publicado "gracias a la eficacísima colaboración de José Antonio Argos". Se trata de la exhaustiva recopilación realizada por Argos con todos los héroes y mártires de la España nacional, basada en los álbumes del Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid. No es tan sólo una relación nominal, sino que su trabajo incluye también una introducción sobre la época franquista.
José Antonio Argos Simón (+2020) antes de publicar el libro con De la Cierva presentó una comunicación en el III Congreso sobre República y Guerra Civil, organizado por la Universidad San Pablo CEU, en noviembre de 2006. Llevaba por título: Héroes y mártires del bando nacional durante la guerra de 1936-1939: los álbumes del Santuario Nacional de la Gran Promesa.
Con motivo de la la bendición del retablo restaurado de Jesucristo Rey de los Mártires en el Santuario de la Gran Promesa de Valladolid, ya publiqué en su momento esta entrega:
Los mártires en "La Gran Promesa" - ReL (religionenlibertad.com)
En el vídeo se ven claramente los armarios que custodian los libros de difuntos de los caídos en el bando nacional durante la Guerra Civil española, valiosos documentos elaborados a mano por cada una de las diócesis españolas tras acabar la contienda.
Por ejemplo, en este artículo:
La Iglesia custodia en Valladolid los nombres de 1.157... (diariodeleon.es)
...se nos cuenta que «el libro correspondiente a la provincia de León recoge un total de 1.157 identidades. Está editado en formato cuartilla. La portada representa a un hombre con traje militar abatido por el estallido de una granada. En el dibujo también se proyectan las montañas leonesas y la bandera de España. Encabeza el libro un escudo con el león rampante. Dentro, los nombres y apellidos manuscritos de los caídos , diferenciados por comarcas que seguramente coincidían en su día con arciprestazgos: León, Astorga, La Bañeza, Murias de Paredes, Ponferrada, Riaño, Sahagún, Valencia de Don Juan, La Vecilla y Villafranca del Bierzo, territorio este último que más páginas aporta al libro. Otros apartados, como Riaño, Astorga o La Bañeza, aparecen vacíos. Están todos los libros de las provincias españolas, excepto cuatro, que han desaparecido. Badajoz y Salamanca enviaron los libros más gruesos. Hay, en total, 113.178 caídos por Dios y por España».
Una última apreciación. En este artículo Marco Romero afirma que la expresión caídos por Dios y por España «responde a la iniciativa promovida por Franco, el arzobispo de Valladolid y el cardenal Isidro Gomá tomando una idea del papa Pío XI. El pontífice expresó en múltiples ocasiones su convicción de que estos muertos fueron auténticos mártires».
Y, por ejemplo, en Navegando con fuerte marejada de Ángel A. Martínez Sobrino, por ejemplo, se lee en la página 57 que la calificación de "por Dios y por España" «había sido ordenada por el Caudillo a comienzos de los años cincuenta, a partir de una sentencia del papa Pío XI, que consideraba "mártires de la Iglesia" a los muertos del bando victorioso».
En fin. Primero los hechos... No creo que Pío XI viese nunca este cartel.
Estos alentaban al combate a luchar por Dios y por España. No será más bien que se plasmó en las lápidas lo que ya tenían claro... por aquello por lo que luchaban. Que España fuese católica y de Dios.
El otro día ya expliqué que el grito ¡Viva Cristo Rey! no era propiedad de los "guerrilleros de Cristo Rey" (década de los 70, del siglo XX), ni de Franco... que, a finales del siglo XIX ya se firmaban en España artículos en los periódicos con ese grito.
La hemeroteca nos muestra como ya en la prensa, en los años de la guerra civil, se usa esta expresión por escrito. Por eso, después de décadas de investigación, creo poder afirmar que sí es cierto que por imperativo categórico Franco mandó poner a José Antonio Primo de Rivera, como el primero de todos los asesinados... la expresión llevaba afianzada en el corazón de los católicos desde hacía mucho tiempo.
Ser apóstol o mártir acaso...
Era el lenguaje que tenían antes de que estallase la guerra... Llevaban siendo perseguidos desde mayo de 1931. El himno de la Acción Católica era clarísimo: o trabajar apostólicamente o si llegaba el momento del martirio: ¡dar la vida! Por Dios y porque deseaban una nación católica... Lo deseaban antes del susodicho nacionalcatolicismo, antes de que Franco se pusiese al frente del lado sublevado. Lo rezaban antes de ponerlo en las lápidas... Sobre lo que pasase después de guerra... eso no me corresponde... Mi estudio llega al 9 de febrero de 1939 cuando asesinaron al beato Anselmo Polanco... y luego meses después a algún mártir más.
Y entremos en lo que nos preguntaba nuestro amigo desde Obregón.
En España, en la retaguardia del bando republicano, en los días de la persecución religiosa se asesinó a 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y religiosos, 283 monjas y más de 3.000 seglares. En total, unos 10.000 muertos por el delito de ser católicos y no renegar de ello.
Y esto lo defiende desde Montero a Cárcel Ortí.
Yo, personalmente, creo que fueron muchos más de 3.000. Otra cosa es que no pueda haber procesos de canonización para ellos, por la falta de documentación o por no haberse instruido en su momento.