Las pequeñas alegrías del alma joven.
Juan García Inza
Más de una vez he hablado de alegria en mi blog. La considero muy necesaria para tratar de vivir la vida con paz y armonía. Creo que hay un déficit de alegría y se intenta suplirla por sucedáneos, como la carcajada, el humor negro, el chiste, los estimulantes… Necesitamos la alegría, pero olvidamos que no es algo que se pueda adquirir en el supermercado de las vanidades, de los estimulantes frívolos, en la química farmacéutica, en la feria de los corazones vacíos… La alegría es un estado del alma que brota sin buscarla cuando el corazón se hace trasparente a la luz de la verdad y del amor sincero.
Cuesta un poco ser alegres, porque el mundo en que vivimos no colabora. Y se sufre. Decía Nietzsche el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa. Es más fácil arrancar una carcajada que hacer brotar la belleza de la sonrisa alegre.
Paloma Gómez Borrero publicó un hermoso libro titulado La alegría, con el que mereció el Premio Espiritualidad 2.000. Y hablando de alegría y sonrisas dice acertadamente: La risa del que no se ríe “de”, sino “contigo”. La risa que es una sonrisa multiplicada, que sacude el cuerpo y barre del alma todo rastro de tiniebla. Si no fuera porque algo así no puede ordenarse, debería ser obligatorio reír un poco todos los días (Pág. 25).
No está el ambiente para castañuelas, pero necesitamos sonreír y que nos sonrían. Las caras sonrientes son los adornos de la vida que necesitamos para cambiar el rostro fúnebre que circula frecuentemente por las calles del mundo. Hay odio, violencia, resentimiento, guerra abierta a la verdad y el bien, desprecio de la espiritualidad… Podríamos decir que la tristeza es el rostro de los hombres poco inteligentes. Ruiz Iriarte decía: La sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes. No hace falta ser unos superdotados para estar contentos. Basta con tener el alma trasparente. Me gusta tratar con deficientes psíquicos porque siempre están alegres. No se angustian en sus limitaciones, que casi no las perciben.
Paloma G. Borrero cita en su libro el decálogo de la alegría elaborado por el general norteamericano Mac Arthur, que es bueno conocer y meditar:
- La juventud no es un periodo de la vida, es un estado del espíritu, un efecto de la voluntad, una victoria del valor sobre la timidez, un triunfo de la inquietud sobre la comodidad.
- Uno no se hace viejo `por haber vivido cierto número de años, sino por haber desertado de los ideales.
- Los años arrugan la piel, pero la renuncia del ideal arruga el alma.
- Los temores, las dudas, los rencores y las desesperanzas son los enemigos que lentamente nos hacen inclinar hacia la tierra y nos convierten en polvo antes de la muerte.
- Joven es el que se asombra y se maravilla, el que pregunta “¿y después?”. Joven es el que encuentra alegría en el juego de la vida. Las pruebas lo galvanizan, los fracasos lo vuelven más fuerte, las victorias lo hacen mejor.
- Eres tan joven como tu fe, tan viejo como tus dudas. Tan joven como la confianza que tengas en ti mismo, tan viejo como tu desesperanza y tu falta de alegría.
- Serás joven tanto tiempo como permanezcas verdaderamente generoso, tanto como sientas el entusiasmo de dar a los demás tus cosas, tus pensamientos y tus palabras.
- Durará tu juventud tanto como dure tu gratitud al recibir y la sensación de estar debiendo siempre y deseando dar más.
- Permanecerás joven mientras seas receptivo de todo lo bello, lo bueno, lo grande; pudiendo disfrutar de los mensajes de la Naturaleza, del hombre y de Dios.
- Si un día, cualquiera la que sea tu edad, tu corazón está mordido por el pesimismo, torturado por el egoísmo, roído por el rencor…¡que Dios tenga piedad de tu alma de viejo!
Creo que no es necesario añadir nada más. El alma joven, iluminada por la fe, tiene el don de la alegría. Nuestra tarea es intentar siempre no perder ese don que puede ser permanente si en tu alma dejas lugar a Dios. Tendrás tal vez pequeñas alegrías, pero como el grano de mostaza se hará en tu ambiente un arbusto frondoso donde otros buscarán refugio.