El 31 de diciembre de 335 muere Silvestre I, trigésimo tercer papa de la Iglesia Católica, que tiene un larguísimo pontificado de 21 años desde 314, y del que se desconoce la fecha de su nacimiento. Según el Liber Pontificalis, sería hijo de un romano por nombre Rufino.
Sucede al papa Melquíades, al que alguna literatura decimonónica apasionadamente promadrileña intentará atribuir un origen “gato”, y que más probablemente fue africano, pero no un africano negro, ni siquiera árabe, como sería lo fácil pensar, sino blanco, muy romanizado y muy cristianizado, como era el Africa del s. IV antes de que a partir del año 632 de la muerte de Mahoma, comience la expansión árabe por el norte del continente.
Durante el pontificado de Silvestre se produce en 311 el hecho crucial de la despenalización del cristianismo mediante el Edicto de Nicomedia, emitido por el Emperador Galerio, que pese a ser el primero, no es el más conocido, condición que recae en cambio sobre el que emite dos años más tarde Constantino, tal vez por la más que sencilla razón de que Constantino derrota a su rival Galerio y reina sobre todo el Imperio, cosa que Galerio no llegará a hacer.
Silvestre convoca el concilios de Arles y sobre todo el de Nicea, primero de los ecuménicos, el cual condena el arrianismo y aprueba el omooúsion (de la misma naturaleza que el Padre), aunque no participará en ellos, sino que envía legados, como será práctica papal frecuente durante mucho tiempo, dada la lejanía entre Roma y los lugares en los que se convocaban los concilios, más cercanos a la poderosa iglesia de Constantinopla.
Silvestre sería también el destinatario de la supuesta “donación constantiniana”, unas cesiones territoriales que el emperador Constantino habría hecho a favor de la Iglesia, recogidas en un texto aparecido entre los años 501 y 508 conocido como “Donatio Constantini”, que aunque apócrifo y hasta falso en su contenido, servirá para justificar el origen de los llamados Estados Pontificios. Y se le relaciona con el establecimiento de la escuela de canto romana, una más de las muchas bellas artes, la música, vigorosamente patrocinada a partir de entonces por la Iglesia. Todas en realidad (pintura, escultura, arquitectura, literatura), la verdad, menos una curiosamente, la danza.
Durante el pontificado de Silvestre comienzan a construirse las grandes iglesias romanas fundadas por Constantino, notablemente la Basílica de Letrán, hoy día sede catedralicia de Roma, y la primera Basílica de San Pedro, reemplazada, como se sabe, en el s. XVI, por la actual de Bramante y Miguel Angel. En una de esas iglesias, la que manda levantar sobre las catacumbas de Priscila, sería enterrado.
La circunstancia de su muerte en la última noche del año 341 hace que dé nombre a la misma en países como Francia, Bélgica u Holanda, y también a muchos eventos de todo tipo celebrados en fecha tal, como notablemente, la llamada San Silvestre vallecana, una carrera de diez kilómetros que se celebra anualmente en Madrid.
Ha llegado a nuestros días una apócrifa fuente sobre su vida titulada “Vita beati Sylvestri”, “Vida del beato Silvestre”.
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