Las películas de Inside Out serán muy divertidas pero te están enseñando algo que es rotundamente falso: que a la persona la gobiernan sus emociones. Vamos a explicarlo.
Las emociones son reacciones con las cuales respondemos a lo que sucede a nuestro alrededor. El impulso que viene de ellas no lo controlamos pero si podemos acogerlo y ordenarlo para que no sean ellas las que nos controlen a nosotros.
Nuestra vida no puede depender de lo más impulsivo que hay en nosotros. Por encima de las emociones tenemos la inteligencia y la voluntad. La primer nos ayuda a razonar, teniendo en cuenta lo que las emociones nos dicen, la segunda a poner por obra lo razonado.
Algo clave es que las emociones ni hay que reprimirlas ni hay que dejarlas tomar el mando, hay que ordenarlas al fin de lo que quiero en mi vida. La vida hay que construirla desde lo que se quiere, no desde lo que se siente en cada momento (eso es peligroso, ¿no crees?).
Necesitamos tener claro el fin vocacional de la vida: mi matrimonio, mi sacerdocio, mi consagración. Y otros fines que nos llevan a ello: mi trabajo, mis estudios, mi tiempo libre. Y también que al final todo contribuye al gran fin de la existencia, ir al Cielo.
El fin de mi vida es lo que quiero. Desde ahí me puedo gobernar. En ocasiones una emoción puede ir contra ese fin, yo puedo acogerla y ordenarla, y desde luego no dejar que me tumbe todo el proyecto vital. Recuerda, lo importante es lo que quiero, no lo que siento.
Damos un paso más. Necesitamos unidad de vida, lo que San Pablo llama “corazón indiviso”. Porque también puede darse que la inteligencia va por un lado y la voluntad por otro, por un lado pienso una cosa pero luego hago otra. Fariseísmo vital.
Hay que saber que el corazón (entendido en sentido bíblico como el alma, el centro vital) es lo que me gobierna en lo que quiero. El corazón es quien define quien soy, no las emociones, desde él construyo mi vida, desde un amor verdadero. ¿De quien es tu corazón? ¿A quien pones en el centro?
Si quieres ir al Cielo pon a Cristo en el centro del De quien. También a Él en la vocación consagrada y el sacerdocio. En el matrimonio hay que poner a la otra persona, que en ocasiones falla, junto a Él.
Porque la inteligencia y la voluntad sin un amor más grande que las muevan terminan secándonos Y es entonces cuando pueden aparecer las emociones para tumbarnos la vida enseñándonos falsos amores hacia los que huir en situaciones de malestar. Evitarlo es cuidar el amor verdadero en el que yo construyo mi vida. Ordenar las emociones a él, reconstruirlo en las crisis.
En resumen, gobierna el corazón, a quien yo he elegido, lo que quiero y no lo que siento. Las emociones ayudan a reconocer lo que hay en mi y lo que viene de fuera, puedo ordenarlas al gran fin de mi vida.
Toda película transmite una visión. Por eso es necesario ver siempre el cine con criterio y transmitir a los niños y jóvenes ese criterio.