Aquel 28 de marzo de 2015 de hace unos años nos puso a todos con la mirada en Ávila para recordar los 500 años del nacimiento de una niña que iba a ser una gran mujer, santa y doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús. El tiempo pasa, y este año 2023 celebramos los 150 años del nacimiento de Santa Teresita del Niño Jesús. Es un momento muy oportuno y providencial para que a lo largo de este año tomemos los escritos de esta pequeña Teresa y nos metamos en su camino de infancia espiritual, en sus cartas, poemas, oraciones, recreaciones piadosas,… Así nos podemos acercar a una familia que vive la santidad dentro y fuera del claustro carmelitano. Padres e hijas buscan la vida del cielo, la Patria verdadera, como tantas veces encontramos en los escritos de Teresita y en las cartas familiares. Buscar el cielo… ansiar la vida eterna… abrirse a la divina providencia…
Todo esto es posible si nos metemos de lleno en el corazón de la santa de Lisieux y nos dejamos llevar por ella y por su hermana Paulina para felicitar a Santa Teresa de Jesús en el día de su cumpleaños del mismo modo que ellas felicitan a su padre en el día de su santo de un modo muy original: escribiendo una carta para que le llegue a su lugar de destino al no estar en casa y Paulina encontrarse ya como religiosa en el monasterio. Leamos esa carta que nos abre a un mundo de fe y de vida íntima familiar y apliquemos todo lo que dicen esos versos a nuestros padres, y en este día tan especial a la que recordamos en el día de su nacimiento, a la gran santa de Castilla, Teresa de Jesús:
“25 de agosto de 1885
Querido papaíto:
Si estuvieras en Lisieux, deberíamos felicitarte hoy tu santo. Pero, como no estás, quiero igualmente, y más que nunca, desearte en el día de tu santo una gran felicidad, y sobre todo que lo pases muy bien en el viaje. Espero, papaíto querido, que te diviertas mucho y que te guste mucho el viaje. Pienso continuamente en ti, y pido a Dios que te conceda pasarlo bien y que vuelvas pronto con buena salud.
Querido papá, para tu santo Paulina me había compuesto unos versos preciosos para que te los recitase el día de tu santo; pero ya que no puedo hacerlo, te los voy a escribir:
FELICITACIÓN DE UNA REINECITA A SU PAPÁ-REY EN EL DÍA DE SU SANTO
Si fuera una palomita,
¿sabes, papá, adónde iría?
En tu pecho, nido y tumba,
por siempre me quedaría.
Si fuera una golondrina,
estos días de calor,
iría a cerrar mis alas
a la sombra de tu amor.
Si fuera yo un petirrojo,
me estaría en tu jardín.
Con sólo un grano, tu mano
me daría un gran festín.
Si fuera yo un ruiseñor,
pequeño cantor salvaje,
pronto mi bosque dejara
por cantar en tu boscaje.
Si yo fuera una estrellita,
de noche siempre saldría,
y cuando el día se oculta
nunca oscuro se te haría.
A través de tu ventana
encendiera mil destellos,
y nunca me ocultaría
sin decirte algo del cielo.
Si fuera yo un angelito,
querubín de alas doradas,
hacia ti dirigiría,
papá, el vuelo de mis alas.
Te mostraría mi Patria
en un sueño misterioso;
te diría: «Tras la vida
te espera un brillante trono».
Si quisieras alas blancas,
te las traería del cielo,
y hacia la eterna ribera
alzaríamos el vuelo.
Mas no tengo alas brillantes,
yo no soy un serafín,
soy tan sólo una niñita
a la que hay que conducir.
Sólo soy débil aurora,
simple capullo de flor,
y el rayo que me entreabre
es, papá, tu corazón.
Al crecer, veo tu alma
repleta del Dios de amor;
tu santo ejemplo me inflama
y quiero imitarte yo.
Quiero, Rey mío, en la tierra
ser tu alegría mayor:
imitarte, padrecito,
amar como tú al Señor.
Más tendría que decirte,
pero es preciso acabar.
Sonríeme, padre amado,
y ven mi frente a besar.
Adiós, queridísimo papá. Tu Reina que te ama con todo su corazón,
Teresa” (carta 18).
Lecturas así nos meten de lleno en la vida familiar, en la unión que se vive en el hogar y da como fruto la unión plena entre los miembros, el crecimiento en la fe y la apertura a la vocación religiosa de consagración en el silencio de un monasterio. Eso viven las hijas de Luis, ese hombre viudo que ve como sus hijas van dejando la casa paterna para ir a vivir a otra casa; y desde allí peregrinar, igual que él y Celia, su mujer, hacia la casa del Padre donde les esperaba con gozo la Santa que da sentido a toda esta familia de santos, Santa Teresa de Jesús.
Todo queda ahí, en ponerse en camino y dejar a Dios obrar poniendo la mirada en el cielo, pero recordando y dando gracias por el día del nacimiento de una niña que viene a este mundo en los albores del siglo XVI y se convierte en madre de muchos hijos que toman el camino de seguimiento de Cristo por medio de la familia que ella funda: el Carmelo Descalzo. Demos gracias a Dios porque esta familia sigue dando vida, santos y maestros de oración que nos ayudan a volver siempre al origen de nuestro ser que no es otro que Dios. El Dios vivo que se hace carne en Jesucristo y nos muestra un camino nuevo, el que lleva al cielo siguiendo un estilo peculiar de intimidad, silencio, unidad y deseo de salvar almas para que todos lleguemos al cielo. No dejemos pasar la ocasión y miremos a Ávila, atravesemos la muralla, entremos en el convento de los carmelitas descalzos, hagamos silencio, pongamos el corazón en Dios y demos gracias por la hija de Alonso y Beatriz que nace en ese lugar hace hoy algo más de 500 años.