Aciprensa

El sacerdote italiano P. Pietro Pappagallo fue recientemente reconocido como “Justo entre las naciones” por Yad Vashem, la institución del Gobierno de Israel constituida para honrar la memoria de los mártires y héroes del Holocausto.

Este título es otorgado a los no judíos y extranjeros que arriesgaron sus vidas para salvar a los judíos del exterminio a manos de los nazis. El P. Pappagallo ahora forma parte del grupo de 400 italianos que han recibido este reconocimiento.

Además, su nombre será inscrito en el muro del memorial de Yad Vashem en Jerusalén y el Estado israelí entregará a sus parientes una medalla y un pergamino.

El P. Pietro Pappagallo nació en Terlizzi, en la región italiana de Apulia en el seno de una familia pobre. Gracias al sacrificio de su madre se ordenó sacerdote el 3 de abril de 1915, un Sábado Santo, cuando el país se encontraba inmerso en la Primera Guerra Mundial.

El presbítero llegó a Roma en 1925 para estudiar y comenzó a realizar apostolado entre los obreros que vivían en la miseria. Durante la Segunda Guerra Mundial el P. Pappagallo ayudó a los soldados y a los judíos. Incluso imprimía documentos falsos en la tipografía de su primo para evitar que cayeran en manos de los nazis y los fascistas.

Fue traicionado por Gino Crescentini, un espía que fingió ser un fugitivo. Las tropas alemanas, que ya había ocupado Roma, lo arrestaron el 29 de enero de 1944 junto a otras seis personas.

Por su apoyo a los judíos, los nazis lo apodaron en el cárcel el “Cuervo Negro” y solían desnudarlo para humillarlo. Sin embargo, el P. Pappagallo no dejó de ayudar a los demás y se dice que repartía su comida entre sus compañeros de celda, a quienes invitaba a rezar.

El día de su martirio fue el 24 de marzo de 1944, en la Masacre de las Fosas Ardeatinas. Esta fue una represalia de Hitler por el ataque de los partisanos italianos del Grupo de Acción Patriótica contra los nazis y que dejó unos 33 muertos.

El líder nazi ordenó matar a diez italianos por cada soldado alemán muerto.

Se elaboró una lista de 335 civiles italianos, entre los cuales figuraban presos condenados a muerte, judíos y personas acusadas de terrorismo. El P. Pappagallo fue incluido como sospechoso de ser un “simpatizante comunista”.

Antes del fusilamiento en las cuevas, debido a que era el único sacerdote católico, las víctimas le rogaron que les impartiera la absolución. El P. Pappagallo alzó los brazos al cielo para rezar por todos.

Este fue el último acto heroico de su vida: la oración, la absolución concedida a todos y el perdón otorgado a los enemigos.

Delante de su vivienda en Roma hay una lápida donde se lee: “En esta casa durante el tiempo de la época oscura de la ocupación nazi brilló la luz del generoso corazón de Don Pietro Pappagallo. Terlizzi (Bari) 18/06/1888 Roma- Fosas Ardeatinas 24/03/1944. Acogió con amor a los perseguidos de toda fe y condición hasta el punto del auto sacrificio. Cayó en el signo extremo de la redención y el perdón de Dios”.

Fue su amigo y biógrafo, Renato Brucoli, quien inició las gestiones para presentarlo como candidato a ser nombrado “Justo entre las naciones”. El proceso demoró porque no había pruebas del trabajo del sacerdote para salvar las vidas de los judíos durante la guerra.

Dos testimonios fueron claves para que el P. Pappagallo recibiera este honor póstumo.

El primero es el de Ada Alessandrini, quien en 1944 escribió en la revista Mercurio sobre la vida de una niña alemana judía que se salvó gracias a un documento falsificado por el presbítero.

El otro es el de Oscar Cageggi, un periodista que fue compañero de celda del P. Pappagallo. En una entrevista concedida el 29 de junio de 1944 a “Il Quotidiano” narró que el sacerdote estaba preocupado por sus asistentes judíos, que ya habían sido salvados, pero cuyos nombres figuraban en algunas notas que él tenía consigo. Estas fueron destruidas gracias a la complicidad de Cageggi.