El sacerdote Julio del Prado Reyero, de la diócesis de León, que falleció en 2014, escribió en Diario de León, el dos de febrero de 2006, periódico en el que colaboraba, un esclarecedor artículo que comienza con un potente titular:

«Gracias a Dios y a la Virgen del Camino, León se vio pronto libre de la zarpa de la bestia roja»

«No ha sido nuestra diócesis la más azotada en la tormenta marxista que asoló España. Gracias a Dios y a la Virgen del Camino, León se vio pronto libre de la zarpa de la bestia roja, que estuvo a punto de caer sobre la ciudad y sobre la provincia. Ciego estará el que no vea la protección divina sobre nosotros porque, humanamente, no había remedio para el peligro, ya que los recursos de fuerza y de habilidad que podían desplegar los hombres eran juegos pueriles para deshacer la tupida malla que nos tenía envueltos. Los resortes del Estado, las armas, los enlaces del sindicalismo rojo, todo en poder del enemigo. Una tormenta de sangre Y, sin embargo, toda la tormenta que nos amenazaba, se disipó en pocas horas, contra la humana previsión. Y cuando las cosas suceden en contra de toda previsión de los hombres, es que actúa otro poder superior, que los creyentes llamamos providencia. No queremos pensar en lo que hubiera sido de la capital si hubiera caído en manos de los marxistas, ni lo que hubiera sido de los sacerdotes que estaban tranquilamente haciendo ejercicios espirituales en el seminario. Así y todo, en los primeros días, en aquellos días tétricos de julio de 1936, la persecución se ensañó con muchos sacerdotes en los pueblos dominados por núcleos socialistas. Insultos, amenazas, prisiones, blasfemias a granel, de todo hubo, en abundancia, en nuestra diócesis, teniendo que huir no pocos sacerdotes a los montes de la provincia, esconderse en las grutas para librarse de la fiera roja. Fueron días de zozobra, de temores, sin noticias consoladoras, casi sin esperanzas de liberación y cuando nuestros militares y el voluntariado de la juventud leoneses deshicieron la organización de la turba, que bramaba, brilló, en casi toda nuestra diócesis, el sol de la justicia y se afianzó el ambiente de paz y de tranquilidad.

Marxismo con raíces

Hubo, sin embargo, dos zonas pequeñas que no pudieron librarse de la tiranía roja. Una en la provincia de León, otra en la de Santander. La una enclavada en el Partido de la Vecilla, en donde el marxismo había echado raíces; y la otra en los valles risueños y dulces de Liébana, a donde no habían llegado las olas Godas y Aganenas. En ambas se derramó sangre inocente y heroica de sacerdotes. En aquellos días preguntaba yo a un jefecillo rojo:

-¿Por qué perseguís así a los curas? ¿No veis que son pobres, que no tienen armas, que son víctimas de la plutocracia, como vosotros?

-Tiene usted razón, contestó; pero los curas nos estorban.

En verdad, los curas son un estorbo para la demagogia; son un estorbo para el libertinaje; predican austeridad, amor y para los marxistas no hay más odio de clases. Después de todo, bendigamos a Dios que nos ha proporcionado en esta persecución ejemplos dignos de imitar, y así como en la primitiva Iglesia hubo notarios que se encargaran de recoger noticias sobre los martirios gloriosos, también en esta ola de odio religioso, que acabamos de sufrir, demos nosotros referir los hechos de los martirios de nuestros sacerdotes para que su memoria sea duradera, para que sus muertes sean, cuando Dios lo quiera y la Santa Sede así lo disponga, elemento de juicio, por si algún día, la Iglesia, en su criterio infalible, cree que debe estudiar y definir el carácter sobrenatural de estos martirios».

Conocía a don Julio por su Santoral leonés. Me alegro haber encontrado este artículo para abrir esta breve serie. Mañana ofreceré la Santa Misa por su alma en el cercano quinto aniversario de su fallecimiento.