Este artículo quizás llegue con varios meses de retraso, o de adelanto, según se mire… si bien con Hacienda nunca es tarde (cuando tienen que devolverte dinero ellos, porque si es al revés, pues temblar…). En fin, a lo que vamos. Cada vez encuentro, de un modo más recurrente, una polémica agria entre internautas que se declaran católicos; gira alrededor de marcar la famosa casilla a favor de la Iglesia Católica en el modelo 100, Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, más conocido como “declaración de la renta”.
Siempre que salta una noticia de la Iglesia que suscita disparidad de pareceres, especialmente si implica a algún miembro de su jerarquía, alguien trae de nuevo esta polémica en sus comentarios, en forma de amenaza que reaparece una y otra vez, dando más vueltas que Pedro con el “Falcon”. Digo bien, y esto ya es lamentable: amenaza, en forma de “el año que viene no pienso marcar la casilla de la renta, a ver si espabilan”, con una inmediata respuesta del clásico “apoyador”: “este año yo ya no la he marcado. Mi dinero ya no financia esas cosas”. Me surgen varias consideraciones al respecto. A saber:
1-¿A qué se decida la mayor parte de esta asignación tributaria?
Según la última memoria económica publicada por la Conferencia Episcopal, he aquí las principales partidas. Casi el 81% va al sostenimiento de las diócesis. La siguiente partida, un 6.5 %, a la Seguridad Social del Clero. La tercera es la aportación extraordinaria para Cáritas Diocesana, con un 2,5 %. Ya llevamos un 90%. Y a partir de aquí vamos bajando porcentajes para los siguientes conceptos. En resumen, 8 de cada diez euros van directamente a las diócesis, que a su vez destinan casi el 85 % de lo que reciben en financiar acciones pastorales y asistenciales, conservación y funcionamiento de edificios y pago de las nóminas del clero y personal seglar. Vamos, como para que te pese la conciencia, más cuando los datos nos dicen que la inversión que realiza en la sociedad la Iglesia católica, equivale a más del 138% de lo que recibe por este concepto. No hay fondo de inversión más beneficioso, está claro.
2-No quiero marcar la casilla de la asignación.
Porque detestas 13 TV y temes que un solo euro acabe allí (aunque mil vayan a otros sitios). De la COPE poco hay que decir, pues su financiación es externa. Por el motivo que sea… no marcas la casilla. Y tampoco marcas la de fines sociales, asignación que mayoritariamente reciben ONGs (algunas de la Iglesia, volcadas en labor social), temiendo también que algún euro tuyo financie una actividad de una ONG contraria a tus principios. Pues bien, en este caso tu 0,7 % irá a los Presupuestos Generales del Estado. Y entonces, como católico, quizás tu conciencia se quede más tranquila, sabiendo que serán Pedro y compañía, o los que ese año gobiernen, los que decidan el mejor fin de este dinero, ¿verdad?
3-Yo prefiero dar el dinero directamente en mi parroquia.
Genial. Si es que esto es lo que todos tenemos que hacer como católicos. Pero igualmente, has de decidir si el 0,7 % (o el 1,4%, si marcas la casilla de la Iglesia y la de fines sociales) irá a parar a unos o a otros. Y puedo asegurarte que muchos no católicos lo tienen claro, y prefieren marcar la casilla de la Iglesia, o ambas, y que sea la Iglesia la que gestione ese 0,7%...
4-Mi decisión de no marcar es un castigo por el mal proceder…
de un obispo, de la CEE en su conjunto, o de qué sé yo… Ayyyyy. Si ya lo decía Einstein, que sólo había dos cosas infinitas (el Universo y la estupidez humana; y de la primera no estaba seguro). Y es que se puede disentir en algo, porque Dios nos dio inteligencia, pero no podemos pegarnos un tiro en el pie. Porque la Iglesia eres tú, soy yo. Y tu cura, y tu obispo, y las monjas del cole. No es un entre abstracto o ajeno a nosotros. Y es que encima, si eres católico de verdad, es tu madre. Y con tu madre puedes discutir, pero ¿amenazarla? ¿abandonarla?
En fin, a ver si los hijos de la luz aprendemos de una vez a ser más astutos que los hijos de las tinieblas, y dedicamos tiempo y esfuerzo en tantas obras que lo requieren, y no en apedrearnos el tejado.