En un ambiente que parece irse generalizando de jerarcas católicos norteamericanos (y, en cierto modo, también españoles), de negar la sagrada comunión a políticos que votan a favor del aborto, el Arzobispo de Nueva York, Mons. Timothy Dolan, se ha desmarcado de esta tendencia y, en una entrevista concedida a una cadena de televisión norteamericana, ha dicho claramente que no está a favor de negar la comunión ni a esos políticos ni a los que favorecen los matrimonios del mismo sexo. Me ha llamado mucho la atención pues es el primer eclesiástico de peso al que oigo defender dicha postura.
Cuando digo lo de eclesiástico "de peso" obviamente no me refiero a la fuerte complexión del Arzobispo, que sin duda le hace ser persona de peso, sino al hecho de la posición que ocupa en la iglesia norteamericana y también en la universal, pues con toda probabilidad será nombrado cardenal, y de los jóvenes. Pero además de la relevancia jerárquica que pueda tener, que realmente no otorgaría mayor importancia a sus palabras, ya que predecesores suyos ha habido que han dicho insensateces, lo que más interesante me parece de su opinión es que viene de un hombre de trayectoria conservadora impecable, lo cual me hace reflexionar sobre este modo de ver las cosas: El Prelado ha reconocido que otros compañeros obispos pueden preferir esa medida, pero que él prefiere seguir "el estilo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que dijeron que era mejor persuadir que imponer sanciones".
Conocí personalmente a Monseñor Dolan cuando él era Rector del North American College de Roma y yo era joven sacerdote con muchos amigos entre el clero de esa institución, lo que me permitió ir allí con frecuencia y saludar con la misma frecuencia al Rector, el cual había marcado un cambio de rumbo impresionante en el NAC, pasando de ser uno de los Colegios más liberales de Roma a ser de los más ejemplares. Hombre conservador y amado por los sacerdotes conservadores que allí se alojaban, todo el mundo pensaba que le harían obispo pronto, pero lo que no se imaginaban era que iba a llegar tan rápidamente a la sede cardenalicia de Nueva York. Después de haber pasado por Milwaukee y haber conseguido arreglar los entuertos del anterior arzobispo (un Benedictino que además de progre resultó ser sodomita y sisaba dinero diocesano para mantener a su querido, por lo que tuvo que dimitir cuando se descubrió el pastel), la Santa Sede lo ha llevado a esta difícil sede donde está haciendo una labor admirable.
Pues afirma que de negar comuniones en Nueva York a políticos, nada. Esta claro que todo gira al canon 915 que habla de negar la comunión a "los que obstinadamente persisten en un pecado grave manifiesto", lo cual como decía al principio, muchos prelados han afirmado se debía aplicar a los políticos que votan en favor del aborto (versión española) y de los matrimonios del mismo sexo (versión americana). Digo lo de las versiones, porque en España sólo se ha hablado de la cuestión del aborto, mientras que en EEUU se suele incluir en el grupo a los que están a favor de los matrimonios homosexuales. El porqué en España en general no se incluya este tema en la negación de la comunión que defienden muchos, no queda claro, pues sin duda es legislación contraria a la ley de Dios, por lo que teóricamente entraría dentro del canon. Si sagrada es la vida, no menos sagrado es el matrimonio.
El prelado neoyorkino alude al estilo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que ciertamente no han dejado las cosas muy claras en este tema, mientras que en otro tipo de consecuencias del citado canon, como es la negación de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar o conviven, se han preocupado por reafirmar la doctrrina conocida. Yo no quiero dar la razón a Dolan por el hecho de admirarle como eclesiástico, pues también admiro a Mons. Burke, que además fue profesor mío de derecho canónico y defiende la negación de la comunión a estos políticos. Pero está claro que cuando el Arzobispo de Nueva York se resiste a la negación de la comunión no es porque sea progre o imprudente, y menos un mentecato, sino que por lo que parece deducirse de sus palabras es por cuestión pastoral.
¿Son las penas canónicas pastorales? Sin duda pueden serlo, pero también pueden ser errores garrafales, según cómo y dónde. La historia de la Iglesia está llena de penas canónicas que a la larga lo único que produjeron fue mayor sufrimiento para la esposa de Cristo, y a veces auténticos resquebrajamientos en la barca de la Iglesia. Otras penas canónicas fueron acertadas en su momento y atajaron males mayores. Si miramos a la historia encontramos ejemplos de todo tipo, a favor y en contra.
Y hablando del momento actual, concretamente en España no parece que a los políticos que cometieron el acto deplorable de votar a favor de la ley del aborto les asuste mucho el que alguno les niegue la comunión, empezando porque todos ellos saben que no faltarían otros clérigos que se la darían. Esto se puede interpretar por aquello de "a río revuelto...", pero la verdad es que la cosa, que en teoría parecería clara con el derecho canónico en la mano, desde el punto de vista pastoral no parece tan clara.
Por lo tanto, creo que se requiere mucha prudencia a la hora de aplicar las penas canónicas, sobre todo en una cuestión tan delicada como éste que nos ocupa, que además no ha producido una unanimidad de opinión entre los pastores de la Iglesia, y quizás en determinadas ocasiones dicha prudencia debe llevar a negar la comunión, como en otras circunstancias distintas (que Mons. Dolan interpreta se dan en su diócesis) puede ser mejor ni plantearse el tema. Yo no me atrevería a descalificar a este Arzobispo de Nueva York por sus declaraciones, aunque infalible no es, desde luego.