El Día de Córdoba ha publicado el pasado sábado una entrevista con Monseñor Demetrio Fernández, nuevo obispo de la diócesis andaluza. En ella, entre otras cosas, se afirma que «Ha llegado el momento de que si hay un partido político de inspiración cristiana, católica, que salga a la palestra y que diga, sin miedo, con luz y taquígrafos, que se comprometen a hacer leyes en cristiano y a buscar consensos para defender a los más débiles de nuestra sociedad, sean inmigrantes, recién concebidos, enfermos».
Sinceramente, me cuesta entender el sentido de esta frase porque ya resulta extraño que hayan pasado treinta y tres años desde las primeras elecciones partitócraticas hasta que se ha visto la necesidad de partidos políticos de inspiración cristiana. Pero nunca es tarde… y sea bienvenido D.Demetrio si con esta intervención se desmarca de la autodemoledora posición de la Conferencia Episcopal en lo que a partidos políticos de inspiración cristiana se refiere.
Porque la democracia liberal tiene, a mi juicio, muchas objeciones pero si pone en nuestras manos la capacidad de abatir Gobiernos metiendo un papel en una urna de cristal y no lo hacemos, la responsabilidad es nuestra, no del sistema por muy deleznable que sea. Ahora bien, España sigue apostando abiertamente por el bipartidismo representado por el PSOE y el PP que se llevan más del 80% de los votos y que coinciden en su visión del hombre y de la política aunque discrepen en cuanto al nombre de las personas que han de gestionar la cosa pública. El porcentaje restante se lo reparten de forma significativa separatistas (de estos que viven a costa del presupuesto del Estado español) y radicales de izquierda (de esos a quienes los cien millones de muertos causados por el comunismo les parecen pocos). La sociedad española está podrida y cada resultado electoral es la mejor radiografía.
Pero lo más grave es que en España no existe nada ni remotamente parecido a lo que pudiéramos llamar un voto de identidad católica. Ni siquiera alcanzamos una representatividad significativa incluyendo en el voto católico —y es mucho conceder— a las formaciones pro-vida y pro-familia que se mueven en el ámbito de las opciones que respetan el común marco liberal.
Los católicos españoles siguen optando mayoritariamente por el PP y el PSOE, fieles a las consignas oficiales que se les han hecho llegar sin viraje constatable durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI: «nada de partidos católicos; católicos en los partidos». Y el perfil de alguno de esos católicos en los partidos, lo dan políticos como los que desde el PSOE o el PNV apoyan la nueva ley del aborto o como los que, desde el PP, se muestran partidarios de la ley de 1985 y promueven una oposición de tono bajo a la recientemente aprobada.
El resultado aquí lo tenemos: gobiernos sostenidos en las urnas por presuntos católicos implantan desde el poder el laicismo más agresivo. Mientras, los obispos se convierten en los palmeros del sistema, convalidando escandalosas actuaciones como la del Jefe del Estado al sancionar la ley del aborto y lamentando teóricamente lo que los políticos nos presentan como irreversibles avances sociales.
No sea ingenuo, D.Demetrio, usted sabe perfectamente que en España hay partidos de inspiración cristiana, católica. Algunos dicen que Monseñor Fernando Sebastian los apoyó en una intervención de la que, lamentablemente, luego se desdijo. Por eso, de lo que ya no estamos tan seguros es de que usted y sus hermanos de la Conferencia Episcopal Española estén dispuestos a apoyar a esos partidos. O a lo mejor necesitan que pasen otros treinta y tres años…