Hay muchas cosas que tienen que cambiar, y muchas intenciones que deben enderezarse, purificarse, pasar por el fuego del crisol, si queremos ser agradables a Dios en el RC. Y aquí va incluida también la Legión. Se nos ha pedido, en estos tiempos difíciles, “unidad y caridad”. Añadiría, humildemente, “en la verdad”. No puede haber caridad sin verdad, ni verdad sin caridad. Están unidas, engarzadas inseparablemente. Por tanto, “unidad y caridad en la verdad”. La caridad no es sinónimo de silencio ni de mirar hacia otro lado. “Caritas in veritate”, ha clamado Benedicto XVI en su encíclica. Los “hijos de la luz” (Ef., 5, 8) no pueden tener nunca miedo a la verdad.
Con esta confianza en Dios, enumero algunos puntos que, a mi juicio, deberían tenerse en cuenta para comenzar a hablar del ECYD y del Movimiento:
Con esta confianza en Dios, enumero algunos puntos que, a mi juicio, deberían tenerse en cuenta para comenzar a hablar del ECYD y del Movimiento:
1- PURIFICACIÓN
La profecía de Simeón sobre María cobra un especial relieve en estos momentos que atraviesa el Movimiento:
“¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones!” (Lucas 2,35)
Es necesario que una espada atraviese el corazón mismo del Movimiento, para que éste sea sanado y queden al descubierto “las intenciones de muchos corazones”. ¿Cuáles son las intenciones de cada uno de los legionarios y miembros del RC? ¿Hay algo que ocultar? ¿Algo que sanar o sacar a la luz, para alejarlo de las tinieblas? Y, a la vez, ¡cuántos corazones buenos, cuántos actos heroicos de amor sincero al Señor! ¡Cuántos corazones que viven en la luz, y que sufren en estos momentos! Seguramente, la mayoría.
Por eso, se hace necesaria una purificación, que despoje al Movimiento de adherencias mundanas y contaminaciones:
“Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”
(Ez. 36).
¡Que venga sobre nosotros, sobre cada legionario y cada miembro del Movimiento, esa agua que nos limpie, que nos empape, que nos purifique de todas nuestras idolatrías e inmundicias!
¿Acaso nos encontramos ante la parábola del trigo y la cizaña de la que nos habla el evangelista san Mateo (13, 24-30)?
“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
El enemigo, efectivamente, ha tratado de penetrar hasta el corazón mismo de la Iglesia y del Movimiento para hacerlo añicos, logrando, tal vez, engañar a algunos de sus hijos. Los “hijos de la luz”, sin embargo, aguardan a que el buen segador guarde su trigo en el granero. Porque, como afirma el tercer evangelista (Lc. 8, 17),
“Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal”.
A Dios nadie le engañará jamás, y sabemos que la victoria, como augura el libro del Apocalipsis,
“es de nuestro Dios, y del Cordero”.
¡Qué equivocados andan los que, por un instante, piensen que van a poder engañar a nuestro Dios! No habrá intención que quede oculta.
2- CONVERSIÓN
Acabamos de iniciar la Cuaresma. En cierto modo, el RC está pasando su propia cuaresma, su tiempo de conversión. Por eso, las palabras del profeta Joel, de la lectura del Miércoles de Ceniza, cobran especial importancia para nosotros:
“Mas ahora todavía -oráculo de Yahveh- volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará, y dejará tras sí una bendición, oblación y libación a Yahveh vuestro Dios!”.
Tal vez, el Señor nos está pidiendo de un modo especial a los miembros del Movimiento ese “volver a Él con llantos y lamentos”. ¡Quizás así atraigamos sus bendiciones sobre nosotros!
Juan el Bautista, la “vox clamantis in deserto”, nos detalla cómo ha de ser esa conversión en cada uno de nosotros:
“Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos”.
Y añade:
«Dad, pues, frutos dignos de conversión (…) Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. La gente le preguntaba: «Pues, ¿qué debemos hacer?» Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.»
¡Dar frutos dignos de conversión! Tal vez debiera ser ésa nuestra consigna para estos tiempos recios. Si no, el hacha nos reducirá a astillas y seremos pasto del fuego hasta que nos convirtamos. ¿Acaso pretenden escapar a la ira santa de Dios aquellos que albergan maldades en sus corazones? ¿Creen que podrán llegar muy lejos? ¿Por un momento su soberbia les ciega y les hace dudar de que “Jesucristo es el Señor” (1 Cor., 12, 3)? ¡Cristo es Rey, en el Cielo y en la Tierra!
“Su renombre llega hasta los confines de la Tierra” (Salmo 48, 12)
3- UNA EVANGELIZACIÓN REAL Y OPERANTE
Con frecuencia, nos ocurre lo que solía repetir Unamuno: que nos pasa “lo mismo que a los políticos y los sacerdotes: que hablan para auditorios que creen convencidos, cuando en realidad no lo están”. A los chicos les atiborramos a normas y moral, pero no les acercamos a Cristo. Damos por supuesto que ya le conocen, pero no es así. Se les introduce en un rígido esquema moral, que, a veces, incluso, recuerda a las tesis pelagianas. Ya lo dijo C. S. Lewis:
El problema de los cristianos es que predicamos el cristianismo, pero no predicamos a Cristo
¡Ojo con que no nos convirtamos en unos nuevos fariseos, que,
Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas! (Mt, 23, 4)
Hacemos que los niños cumplan unas normas externas, pero no siempre logramos que descubran la frescura del Evangelio. Y Cristo nos previene contra esto, en el mismo capítulo de Mateo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!»
4- CARIDAD UNIVERSAL
Qué difícil se torna amar desinteresadamente a las almas. Es más; para el hombre es imposible, porque, como recoge el evangelista san Juan en su capítulo 15 de las palabras del Maestro,
Sin mí no podéis hacer nada
Hay que amar desde Dios, porque, sino, primarán en nosotros los favoritismos, simpatías y antipatías que tanto daño hacen a las almas. Qué lejos queda esta actitud de la que repetía san Juan Bosco:
“¡Me basta que seáis jóvenes para que os ame extraordinariamente!”
Hemos, tal vez, prostituido la caridad y la amabilidad, dejándola reducida a fórmulas externas de cordialidad y educación.
5- CONCLUSIÓN
¡Convertíos, pues, y creed en el Evangelio! Ésa es la imprecación que, considero, el Señor nos hace en estos tiempos recios. Y, con el profeta Jeremías (6, 16), repitamos:
“Así dice Yahveh: Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por los senderos antiguos, cuál es el camino bueno, y andad por él, y encontraréis sosiego para vuestras almas”
Nuestra actitud como miembros del Reino ante la situación por la que atraviesa el Movimiento debe asemejarse a la que muestran Matatías y sus hijos en 1 Mac. 12:
“Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles. ¿Para qué vivir más? Matatías y sus hijos se rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y se entregaron a un profundo dolor”.
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La victoria, efectivamente, es de nuestro Dios, y del Cordero. Llenémonos de esperanza, para repetir esos versículos del salmo 129:
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos
Sólo de Él esperamos la redención, la misericordia. A Él la gloria por los siglos de los siglos.
Álex Navajas