DE LOS PASADOS SUCESOS: EL CUERPO DE SAN FRANCISCO DE BORJA
El periodista José Rico de Estasen publicó esta crónica en La Hormiga de Oro el 28 de mayo de 1931 denunciando el destrozo sacrílego de los restos de San Francisco de Borja en los jesuitas de la calle de la Flor de Madrid. Ofrecemos hoy la primera parte del artículo. Bajo estas líneas: Preliminares de la quema.
Madrid –y con Madrid, por absurda repercusión, unas cuantas ciudades, las más cultas, las más bellas, las más interesantes de la Península-, ha vivido unas horas de incomprensión y de barbarie, anegada el alma ciudadana en el dolor inevitable de la quema de los conventos.
Generalizada la obra de destrucción, elevándose las columnas de humo, palpitantes las lenguas de fuego, lo mismo por encima de las edificaciones modestas que de los atrevidos rascacielos, la capital de la República ofrecía el espectáculo dantesco de un volcán cuya lava hirviente saliera al exterior por las abiertas llagas de numerosos cráteres.
Yo contemplé conmovido y horrorizado el incendio del convento de la calle de la Flor, que era la principal residencia de los jesuitas en Madrid. La calle de la Flor ha desaparecido víctima de urbanas reformas, y el frontispicio del templo, antes recayente a una calle estrecha, sucia, solitaria y mal empedrada, restaurado convenientemente, abría ahora sus puertas al último trozo de la Gran Vía.
El templo era amplio, claro, majestuoso. Recibía el nombre oficial de la iglesia de San Francisco de Borja, debido ello a que en uno de sus altares, el del crucero en el lado del Evangelio, se rendía culto y veneración al cuerpo del Santo Duque de Gandía que, bajo el Patronato de los Duques de Medinaceli, estaba depositado allí.
Los pormenores del bochornoso suceso que le han reducido a cenizas, como todos recordarán, se condensan en unos cuantos renglones: el lunes 11 de los corrientes, alrededor de las diez de la mañana, una inmensa manifestación, compuesta en su mayor parte de gente joven, que caminaba en dirección a la Plaza de España, se detuvo frente al templo de San Francisco de Borja en actitud agresiva, profiriendo gritos amenazantes.
Los más exaltados arrancaron tablas de las vallas de los solares inmediatos y formaron con ellas un montón ante la puerta principal del edificio, prendiéndole fuego acto seguido. El espectáculo se repetía poco después en las dos puertas laterales de la fachada. Las puertas del convento habían comenzado a arder y las llamas lamían toda la fachada.
Fue avisado el servicio de incendios, pero al llegar el parque de la Dirección, fue recibido a pedradas. Una de ellas rompió el parabrisas del coche. Los bomberos se vieron imposibilitados de trabajar y se retiraron del lugar del suceso.
Mientras tanto, y en vista de que no se lograba que las llamas prendieran por la fachada principal de la iglesia, construida recientemente de hormigón y vigas de hierro, los grupos revoltosos dieron la vuelta al edificio para ganar la fachada de la calle de Isabel la Católica, que corresponde a la parte más vieja de la finca. Con maderas y piedras saltaron las puertas. Los revoltosos penetraron en el interior del edificio y alumbraron hogueras que fueron alimentando con cuanto había dentro de la finca, lo mismo en la iglesia que en la residencia. Los muebles de las celdas, armarios, cómodas de pino, una mesa de billar, libros y papeles fueron arrojados a las llamas…