No había estado nunca en Valdeprado y la semana pasada he ido dos veces. No había tenido ocasión directa y propicia para visitar este pueblo enclavado en un barranco profundo que separa La Rioja de Soria. Donde se acaba La Rioja y empieza Soria, ahí se sitúa este pequeño y recoleto pueblo soriano que el pasado domingo ha celebrado una gran fiesta. Uno de sus hijos es hermano mío, no de sangre, sino de hábito: por decirlo más claro, es carmelita descalzo. Y lo digo en presente, aunque ya no viva en un convento. Ahora tiene otro hogar, ya que en 2007 fue beatificado junto a otros quince carmelitas descalzos mártires de Toledo.
Vamos al grano, la providencia divina ha hecho que conozca al inicio de este verano a parte de su familia de sangre, de modo especial a una nieta del “Tío Severo”, natural de Valdeprado, sobrino carnal del Beato Pedro José de los Sagrados Corazones. Pilarín, con este nombre es conocida en el pueblo, vive muy unida a su “Tío Santo”, así lo llaman cariñosamente en la familia, también sus numerosos nietos. Para todos en casa el Beato Pedro José es el “Tío Santo”.
Un día decido ir a visitarla a Pamplona a su casa para hablar del Beato Pedro José. Acude también otra familiar directa, Maribel, pero por parte de la “Tía Petra”. Disfrutamos mucho con los recuerdos, estampas y hasta un sermón manuscrito que recibe en herencia por parte de otro familiar, Valentina, que era sobrina del Beato y sigue los pasos del tío como carmelita descalza en el monasterio de Guadalajara. En este ambiente de recuerdo y de unión de las dos familias, la de la sangre y la del hábito, decidimos celebrar una misa este verano en Valdeprado y convocar a los vecinos, a los familiares y todos aquellos que queremos al Beato Pedro José. Y vamos más allá, ¿por qué no poner una placa de recuerdo en la casa donde viene a la vida? Nos lanzamos a esta aventura y por fin llega el día: 11 de agosto de 2019. Es la fecha que damos a conocer para reunirnos en Valdeprado, celebrar la eucaristía y luego descubrir la placa en la casa natal. Y no termina todo aquí, sino que buscando un motivo de fondo reviso la biografía de mi hermano Pedro José y me doy cuenta que en este año se cumplen 125 años de su toma de hábito en el convento del Desierto de Las Palmas (Castellón), por poco no hacemos coincidir el día (7-7-1894). Ya tenemos todo completo. En marcha.
La ilusión que ponemos, los preparativos necesarios, las llamadas de teléfono para coordinarnos, las ideas que surgen, etc., todo nos mantiene en vela durante casi dos meses desde que nos conocemos en Pamplona hasta que llega el día esperado, el pasado domingo. Pero antes, el viernes, voy a preparar la misa, hablar con el párroco que no puede estar por tener que atender los más de 50 pueblos que tiene a su cargo en “Tierras Altas” de Soria, ver la casa del Beato, conocer a la gente y ambientarme.
Y por fin llega el gran día, el segundo domingo de agosto. Voy con unos amigos de Calahorra que quieren acompañarme y participar también de esta fiesta-homenaje a un mártir carmelita descalzo. Llegamos y saludamos a los ya conocidos del viernes. Pronto empiezan a llegar desde diversos lugares de España familiares de Pedro Jiménez Vallejo que así se llama el hijo de Vicente y Gertrudis que nace en una plaza cerca del frontón. Allí está ya colocada la placa cubierta con una tela. Nos saludamos, nos damos abrazos y vemos por parte de quien vienen. Por Petra, por Valentina, por Severo, por Jacoba, todos ellos familiares directos, sobrinos o hermana del Beato cuyos descendientes no quieren perderse este momento tan importante. Otros muchos no han podido venir por problemas de salud o de distancia. También están presentes desde la oración y el recuerdo que tenemos de ellos en la eucaristía.
Y vamos a la misa. Todas las ramas de la familia participan. Cuando comienza la eucaristía la iglesia está llena. Las lecturas, las peticiones y las ofrendas son llevadas a cabo por los familiares. Incluso un nieto de Pilarín ayuda como monaguillo. Todos unidos en familia. Esto es la Iglesia, la casa de los hijos de Dios que en este día concreto da gracias a Dios por la vida de un vecino de un pueblo de la Diócesis de Osma-Soria, de Valdeprado; recuerda el martirio de ese vecino que primero ejerce como maestro, más tarde es ordenado sacerdote y después de unos años de ministerio deja la sotana por el hábito marrón y la capa blanca de los carmelitas descalzos justo hace 125 años y se une a la presencia real que tiene lugar por la comunión de los santos. Es una misa de mucha emoción. Para todos. Es verdad. Pequeños y grandes. Adultos y niños. Nos ha convocado el Beato Pedro José y celebramos la eucaristía en fraterna unión. Se demuestra al ver la procesión de ofrendas: Pilarín ofrece el sermón que guarda con veneración en su casa, dos de sus nietos el escapulario y la capa carmelita, un familiar de Valentina las estampas para rezar luego en la casa natal y por último descendientes de Jacoba el pan y el vino. Según se acercan al altar, Mayder, biznieta de Petra, presenta el orden y sentido de dichas ofrendas.
Sigue la misa. Llega la consagración y en oración en mi interior me pregunto: ¿cuántas veces el niño Pedro monaguillo tocaría las campanillas en este momento cuando el Señor todavía no había puesto en él la semilla de la vocación sacerdotal y religiosa?, ¿cómo viviría este momento crucial de la misa primero como párroco de Taniñe y de Pradejón y más tarde como carmelita descalzo en Alba, Cuba, Ávila, Salamanca y Toledo?, ¿de qué manera se ofrecería al Señor esos últimos días antes del martirio? Y ¿qué sentiría en la primera misa que vive como carmelita descalzo hace 125 años después de recibir el hábito de la Virgen del Carmen? Ahora dejo que cada uno ponga su oración en el momento de la consagración y la eleve al Padre en este sacrificio del Hijo que se consuma a la luz del Espíritu Santo.
Termina la eucaristía con el canto del himno a la Virgen María que en Valdeprado se invoca con el Dulce Nombre de María. No podía faltar la presencia de Nuestra Madre la Virgen en una celebración como ésta. La Madre une y arropa a todos sus hijos bajo su manto y mirada maternal. Se prepara la procesión. Primero la cruz procesional, seguido la gente y al final el cuadro del Beato Pedro José que de ordinario se encuentra colgado en la pared del altar mayor junto a otro que contiene una foto del mosaico del convento carmelitano de Toledo con los 16 carmelitas mártires beatificados. El cuadro ha estado colocado sobre un altar preparado para la ocasión con flores a los pies y velas a los lados. La procesión se abre camino por el pórtico, baja las escaleras, gira a la izquierda hasta el frontón y baja la calle hasta llegar a la plaza donde se encuentra la casa de nuestro querido Beato Pedro José.
Todos nos colocamos en torno a la humilde casa que en estos momentos no está habitable, pero que ostenta el honor de haber cobijado y ser el hogar de la familia de Pedro Jiménez, esto es decir, de sus padres y sus cuatro hermanas: Teresa, Cipriana, Felipa y Jacoba. En la estrecha fachada podemos ver la puerta por la que entraba y salía él mismo, arriba una ventana que daría luz a la pequeña cocina y una ventanilla en lo más alto donde había dos habitaciones según la describe el “Tïo Severo” en una carta cuando se inicia el proceso de beatificación allá por los años sesenta del siglo pasado. Colocamos el cuadro sobre una escarpia clavada en la puerta de la casa preparada para tal motivo de tal modo que el cuadro queda a la vista de todos.
Un vecino, Vidal, ha preparado un escrito para leer antes de descubrir la placa. Nos recuerda su biografía y nos invita a aprender de este ilustre vecino de Valdeprado un modo de vida que cambia y transforma el quehacer de cada día. Llega el momento, ¿quién descubre la placa? Pues se acerca un representante de cada una de las ramas de este árbol genealógico, que hoy se renueva y cobra nueva vida nueva, y entre éstos deciden que sea Pilarín la que tire del palo y cuerda para dejar al descubierto la placa de recuerdo que se sitúa entre la puerta y la ventana del primer piso. Todos se acercan a verla, a hacer fotos, a ver qué pone, a unirse a la emoción que una vez más reina entre todos los presentes. Para los que no han estado vamos a darles la oportunidad y la alegría de poder leer el texto:
Casa natal de Pedro Jiménez Vallejo
Beato Pedro José de los Sgdos. Corazones
Maestro, Sacerdote, Carmelita Descalzo y Mártir
(Valdeprado 22-2-1861/ Toledo 31-7-1936)
Homenaje en el 125 aniversario de su toma de hábito religioso (1894-2019)
Valdeprado 11 agosto 2019
Concluimos la celebración con la lectura de la oración de la estampa acogiéndonos a su intercesión y abiertos a una vida de fe, de entrega y de perdón a todos como él mismo hizo en su vida terrenal. ¡Beato Pedro José de los Sagrados Corazones, ruega por nosotros!
Ahora queda tiempo libre hasta que llegue la hora de comer. Cada familia va a las casas y los que han venido en el mismo día a los coches, para ir sacando cuencos hondos, bandejas, cestas, termos, neveras, etc. que contienen la comida que juntos en armonía compartimos para celebrar este gran acontecimiento que va a quedar para siempre grabado en la memoria de los presentes. Un hecho histórico. Un hecho espiritual. Un hecho que ha unido a la familia y vecindario de aquel que un día deja su pueblo natal para entregarse del todo a Dios y terminar sus días derramando su sangre en Toledo, la misma que hoy corre por las venas de los que ahí, junto a la casa donde nace, ahora recuerdan que forma parte de su vida, de su casa, de su pueblo, de Valdeprado, donde Soria y La Rioja se dan la mano en un singular rincón de Castilla.