¡Por fin! ¡Se termina 2020! Parece mentira lo laaaaaargo que se me ha hecho este año.

Pero en realidad, ¿qué más da que se termine el año si todo sigue igual de revuelto y complicado? Es verdad, todo sigue muy mal pero hemos pasado la barrera psicológica del 2020 y eso nos hace sentir más ligeros, más esperanzados, más optimistas.

No sé si a partir de mañana las cosas irán mejor pero sí sé que me habré quitado de encima un peso psicológico muy grande porque 2020 ha sido un año -9 meses desde el cierre de los colegios- de mucha tensión, de mucha preocupación por las personas de mi familia cada vez que tenían que salir a la calle, de mucha incertidumbre acerca de todo.

2020 termina hoy y yo estoy aquí, no ha podido conmigo aunque a veces me parecía que la tristeza, el desánimo y la preocupación eran como el malo de Terminator 2, que por mucho que los buenos hicieran para acabar con él se recomponía y seguía persiguiéndolos, ¡qué cansino!

Yo hoy quiero dar gracias a Dios por todo lo malo que no nos ha pasado y por todo lo bueno que sí nos ha pasado. Por las cosas positivas que he descubierto en las personas de mi familia y que no conocía y que debido a las circunstancias extraordinarias de este annus horribilis se han manifestado,  y  por las personas maravillosas, buenas y generosas que he conocido más a fondo en este contexto tan difícil.

También quiero darle gracias por la dura prueba de no poder ir a la iglesia para asistir a misa, ni para rezar o confesarme, porque me he dado cuenta de cuánto lo necesito y lo deseo y de lo poco que lo valoro cuando lo tengo al alcance de la mano.

Le doy gracias por los pastores que han sido valientes y no se han quedado en casita sino que han salido allí adonde les han llamado para dar asistencia espiritual, consuelo o lo que fuera que se les ha pedido.

Le doy gracias por la gigantesca e indescriptible generosidad y entrega de nuestros médicos, enfermeros, celadores, limpiadores y todas las personas que trabajan en los hospitales y centros asistenciales y que han estado y siguen estando en primera línea de fuego.

Le doy gracias por todas las personas con las que me he cruzado desde marzo y que en su trabajo diario me han hecho algún tipo de servicio, desde el conductor del Metro hasta la señora del estanco o la farmacéutica, pues han dado cierto aire de normalidad a un tiempo de lo más anormal.

Le doy gracias por todo lo vivido este año, por todo lo sufrido, por todo lo aprendido, por todo lo disfrutado, por todo lo compartido.

Pero eso no quita para que le diga a 2020 al más puro estilo Terminator:

¡SAYONARA, BABY!