Querido lector:

Es algo tan grande ser sacerdote que acompaña almas que empiezan una vida nueva y cuyo corazón tiene tanta sed… Sed de Dios, de adoración, de amor que mana de la eucaristía. Ver por dentro un alma que busca a Dios en todo momento de su vida es digno de todo respeto y admiración. Todo queda entre ese corazón que palpita en un nuevo lugar de residencia, ante un mundo totalmente desconocido que poco a poco va conquistando con el correr de los meses, comenzando unos estudios que son su sueño desde hace años, y el que acoge todo esto y mucho más que no puede salir a la luz. Hay mucho que queda en lo secreto de su corazón: lo que ve, escucha y siente en cada encuentro con uno de esos jóvenes que le han tomado por padre de su alma, lo que vive por dentro antes y después de estar con ellos, lo que sabe que está por venir cuando vayan creciendo en la vida espiritual,… no se puede decir ni comunicar a nadie, sino que llega a ser una ofrenda preciosa llevada y presentada ante el sagrario y el altar desde donde todo asciende al cielo para gloria de Dios Padre.

Sólo así, en esta amistad espiritual, pueden acontecer maravillas totalmente increíbles, inesperadas e insondables. Cuanto más se abre un corazón a Dios, cuanto más amor hay en un joven, cuanto más tesón se ofrece día a día, más obra Dios. Dios espera jóvenes con un corazón noble, generoso, entregado hasta el final, con ansias de dar todo lo que puede llevar adelante un joven estudiante. Y mientras se recrea desde el cielo al verlos iniciar su vida en la universidad, les ofrece mediadores entre Él y ellos: los sacerdotes. Sacerdotes que son capaces de entrar en esos corazones y acercarlos cada vez más al Fuego vivo que arde en el sagrario y mana del Sagrado Corazón. Es algo tan real y a la vez tan difícil de creer sino se vive en primera persona… Pero no se puede negar. Lo que aquí he escrito es lo que puedo contar después de acompañar a dos jóvenes en su primer año de universidad. Son almas abiertas de par en par a la acción de Dios. Y Dios no pierde la oportunidad de entrar hasta lo más hondo de su ser y llenarlos de su Espíritu Santo para ser felices de verdad.

Todos estamos llamados a ser felices haciendo vida la vocación para la que hemos nacido. Y uno es feliz cuando ve a otros felices. Eso ha pasado mientras escribía esta novela, era feliz, y lo sigo siendo. Mi alegría crecía según pasaba el curso y Jerónimo y Juan me contaban sus alegrías y sus problemas y los poníamos ante Jesús Eucaristía. Los novatos y su director espiritual hemos compartido día a día un año que no se va a repetir y que ha marcado nuestras vidas para siempre. Esa es mi felicidad como sacerdote y quiero compartirla con todos. La alegría de poder servir a Dios guiando en la vida del espíritu a dos jóvenes que un día salen en mi camino y me piden dar pasos juntos para estar cada vez más unidos a Dios, y con ello más felices, y con fuerzas para afrontar lo que vaya viniendo. Toda esta alegría, felicidad y plenitud de vida que vivo por dentro y se manifiesta al exterior ahora en estas páginas nace de una experiencia profunda y muy intensa: la paternidad espiritual. Ser sacerdote es ser padre espiritual de almas, pero cuando uno ve a jóvenes que buscan a un sacerdote como padre para que los guíe y oriente en su nueva vida, todavía crece más el sentido de paternidad espiritual.

Ahora cualquiera, ya sea un novato como Juan y Jerónimo, un padre que tiene un hijo en este momento de su vida, un sacerdote que acompaña jóvenes, un profesor de universidad o quien sea que lea este libro, se encuentre con un testimonio de vida que es real y que hace muy feliz a un sacerdote que abre puertas y ventanas para que Jesús Eucaristía, la Virgen Inmaculada, San José, los mártires y todos aquellos que Dios quiera presentar, sean los pilares sobre los que se fundamente una vida de fe comprometida, de esperanza de cielo y de amor apasionado buscando solo una cosa: ser santos, cumplir la voluntad de Dios, dejarse guiar por alguien que antes ha sido acompañado por otro sacerdote y ahora ve muchos jóvenes que necesitan esa compañía, oración y amparo para poder responder de verdad a lo que Dios ha sembrado en su corazón. Así vivo a lo largo de todo el año mientras escribo cada uno de los capítulos de esta segunda novela mirando y dejándome mirar por mi querido padre y señor San José.

Todo brota en oración, Jesús Eucaristía quiere ser amado, adorado y alabado por los jóvenes; se sirve de dos que lo viven a fondo y les cambia la vida por completo. Lo reconocen ellos mismos al hablar en privado cuando llegan los momentos de dirección espiritual. Este modo de vida ha hecho que, como queda muy bien reflejado en la historia, terminen el primer año de universidad muy felices, llenos de paz y con todas las asignaturas aprobadas. Algo que no es muy común. Saben que todo es gracias a la ayuda espiritual que han tenido y potenciado mes a mes. Y al empezar un nuevo año universitario siguen con ello y comienzan con esta fuerza especial. En el fondo es lo que pretende mostrar esta novela, que esto es real, que hay jóvenes que sin vivir en un seminario o casa de formación religiosa, pueden tener una vida de piedad, devoción y oración seria que les ayuda a llevar adelante una ardua tarea. Sale de su corazón de modo natural el ir a misa, tener un rato de adoración cada semana, rezar cada día y ante cada examen, mostrar sin vergüenza alguna su amor a Cristo.

Para unirme mejor a los novatos protagonistas de la historia y a tantos jóvenes universitarios, la mayor parte del relato está escrito los sábados por la noche. Cuando es momento de fiesta, de salir, de disfrutar de la vida cuando uno tiene 18-19 años. Entonces hay un fraile que se acuerda de esos jóvenes, de los que tienen fe y de los que no, hace silencio, reza por ellos y se pone a escribir. Lo que vive en esos momentos de adoración nocturna cada sábado es lo que tienes ahora en tus manos, querido lector. Léelo así, unido a estos jóvenes y a esos que conoces y llevas en el corazón. Igual eres uno de ellos, entonces es un libro que está escrito pensando en ti. Tu vida será muy distinta. Seguro. ¡Serás feliz! ¡Verás todo de otro modo! ¡No estarás solo! ¡Tendrás esperanza para seguir siempre adelante! ¡Dejarás a Dios obrar en tu vida! No faltará nunca un amor que siempre arderá en lo más profundo de tu ser. Y lo más importante de todo: en el silencio de la adoración escucharás palabras de vida que te lancen a un nuevo modo de vivir que ni te esperabas antes de ir a la universidad.

Ten en cuenta un detalle antes de comenzar esta novela: se termina en el mismo día en que se cumplen 100 años de la ordenación sacerdotal del Beato Eufrasio. Y no es casualidad que el primer capítulo se escriba en la víspera del 85º aniversario del martirio del Beato Narciso. Ellos marcan el inicio y el fin de esta historia que ahora te invito a vivir en primera persona. ¡Reza a los mártires! ¡Encomiéndate a ellos! ¡Abre tu corazón al amor de unos testigos de fe que cuidan de ti desde el cielo!

Recibe un fuerte abrazo, la oración y la bendición de

el autor de Novatos y mártires