El primer día de la novena a San José el santo patriarca me hace un gran regalo. Termina el retiro de la adoración nocturna con el que los adoradores nocturnos de Logroño nos preparamos para vivir más fondo el tiempo de cuaresma. En el fondo del retiro han estado San José y Santa Teresita. Su presencia ha sido más que patente. Todo parecía concluido, pero San José se había reservado algo para el final. Todo sorprende y se agradece en gran medida cuando uno se abre a la providencia divina como el mismo San José a lo largo de su vida. Todo en Dios para cuidar bien de su Hijo en unión con su Esposa, María.
De vuelta a mi convento paso junto a una sala de fiestas. Son casi las dos de la madrugada. La escena es fácil de imaginar. Un gran edificio con numerosos jóvenes que pasan la noche del viernes en alegre compañía. En la puerta hay un buen grupo. Unos sentados en los bancos. Otros en las escaleras. Algunos llegan. Unos pocos se van. ¿A dónde se dirigen esos tres que abandonan la fiesta nocturna? Ellos lo saben. Y San José también. No han estado en el retiro, pero con la oración sí. Tanto los jóvenes que están en camino, que buscan, que no encuentran, que se pierden… como los que sí saben lo que quieren hacer en su vida y dan pasos firmes, se hacen presentes ante Jesús Eucaristía cuando, en medio de la noche, es adorado mientras ellos buscan la felicidad por caminos diversos.
Dejo atrás a esos tres. Se encaminan hacia la plaza de un instituto de educación secundaria que se levanta sobre lo que fue el antiguo convento de carmelitas descalzos de Logroño dedicado en su origen a San José. El de ahora, donde vivo, un par de calles más arriba, tiene por titular a la Virgen del Carmen. Se ha olvidado el verdadero origen de los carmelitas descalzos de Logroño. Al fundar casa en esta ciudad, los hijos de Santa Teresa, ponemos todo ante nuestro padre San José. Ahora es muy distinto; la comunidad atiende la vida de una parroquia bajo la mirada de la Virgen del Carmen. Los tres jóvenes se van hacia la izquierda y el fraile hacia la derecha. Cuando los pierdo de vista no me resisto a centrar los ojos en el instituto. Me viene el recuerdo de cuando estaba allí el convento. Mientras echo la mirada atrás con nostalgia, una luz ilumina la noche: ¡Volved a San José! ¡Eso es! ¡Hay que volver a San José! Esos jóvenes tienen que poner la mirada en San José para encontrar un padre que cuida y orienta sus vidas y los pone en camino hacia su Hijo. Es algo tan grande tener esa paz en el corazón y esa felicidad…
Pero no la tienen porque no conocen a Jesucristo que es quien da la vida, la paz y la alegría verdadera. Justo lo que pretende mostrar un libro que ha sido publicado hace poco tiempo: Historia de una vocación. Soy feliz y estoy aquí. Narra la historia de la vocación de Santa Teresita y de un carmelita descalzo para ayudar a los jóvenes a responder tres preguntas: ¿Tengo vocación? ¿Cuál es mi vocación? ¿Quiero vivir mi vocación? Es algo tan grande descubrirse amado por Dios para vivir siempre feliz en este mundo…
Pasa el fin de semana y el martes, cuando la novena a San José va tomando fuerza, vuelvo al lugar donde estuvo el antiguo convento carmelitano. Quiero darle la vuelta y rezar por los que están dentro. Son adolescentes en época de estudio. Quería haber pasado a la hora del recreo para ver sus caras, sus actitudes, sus vidas, en un momento de descanso. Pero no he podido ir antes. Recorro todo el edificio rezando las letanías del rosario y poniendo de fondo a San José. Hasta hace poco más de 200 años este lugar también acogía a chicos algo mayores que los actuales. Eran jóvenes que habían descubierto su vocación y habían dicho sí a Dios de una manera concreta: ser carmelitas descalzos. En este convento estudiaban parte de la carrera eclesiástica como preparación al sacerdocio. Y en el centro de la casa y de sus vidas estaba San José, el convento de San José de Logroño daba vida a jóvenes que estudiaban y querían ser carmelitas. Todo acaba a principios del s. XIX con las invasiones de Napoleón y con las leyes de Desamortización de Mendizábal. El convento es derruido y años más tarde se levanta el actual instituto que hace apenas un mes acaba de ser reinaugurado tras varios años de reforma. Así es la historia…
Es algo tan especial que no sé ponerle palabras. Volver a esos años y a la vez ver este nuevo edificio donde tantos adolescentes estudian sin saber que bajo ellos descansan los restos mortales de no pocos carmelitas descalzos que tenían como titular de su casa al glorioso San José. Rezo por esos jóvenes para que vuelvan también a San José, para que San José haga su obra en ellos sin que se den cuenta; y sean felices de verdad cuando descubran la grandeza de que Dios los ama sin medida. Y desde ahí que den respuesta a ese precioso don de Dios. El don de dar todo para ser feliz y vivir unidos a San José. Es la oración que resuena en mi interior mientras las letanías me hacen levantar la mirada al cielo desde el corazón a la vez que los ojos recorren las puertas y escaleras por si sale algún alumno para poner cara a esta oración. ¡Nadie! ¡Sólo uno! Me cruzo un chico en el paso de cebra justo al volver a mi convento. Puede ser que vaya a clase ya que lleva una mochila y es hora de estar en un aula recibiendo alguna enseñanza académica. San José ha querido que al terminar de dar la vuelta pueda poner al menos el rostro de un joven que está llamado a volver a San José…
No tarda San José en darme otra sorpresa. Al día siguiente, miércoles de San José dentro de su novena, mientras leo y entro en oración con un libro que recomiendo a todos, Josefina, otra luz termina de dar sentido a lo que vivo la noche del inicio de la novena. Ese volver a San José toma todo su sentido cuando comienzo la lectura del libro V de esta magistral obra del P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, carmelita descalzo, que dedica a mostrar a San José como hombre contemplativo. Me doy cuenta que los ejercicios espirituales que voy a comenzar la tarde del sábado para una comunidad de monjes contemplativos coinciden con el inicio de la fiesta de San José al ser la víspera del día 19 de marzo. Entonces uno todo: monjes que se dedican a la contemplación, víspera de San José, lectura de la Josefina y esa frase que resuena cada vez con más intensidad en mi corazón: ¡Volved a San José!…
¡Ya está! Los ejercicios van a estar llevados por San José, a través de esta obra espiritual sin par, Josefina, para que los monjes se adentren en su vida de oración y profundicen en ella de la mano de San José. Que sea él quien nos guía para poner todo en el Hijo del Carpintero. A la vez llevo en el corazón a esos jóvenes que pasan la noche de fiesta y también a los que estudian sobre los restos de un antiguo convento carmelitano dedicado a San José. Voy a estar unido a los jóvenes novicios que han descubierto su vocación religiosa y son felices. Es fácil que hayan pasado por momentos como los que me ha hecho ver San José en su novena. Unidos rezaremos por esos que todavía no conocen a San José. En el silencio del monte y del claustro, el corazón orante volverá a esa noche del viernes donde empieza la novena de San José con una frase para perpetuar: ¡Volved a San José!