(Inspirado en "A Jesús", del Grupo Betsaida)
¿De verdad me llena tu todo? Vacíame de mí con cada acto de contrición para llenarme de ti. “Lo estás consiguiendo con tu esfuerzo, te está sirviendo para acercarte más a Dios.” Porque yo no puedo se notan tus logros. Me has llevado de la mano hasta cuando quería tirar la toalla. Has tenido mucha paciencia. ¡Me has conquistado! Ahora no puedo vivir sin ti, sin nuestros encuentros diarios: la oración personal, la misa, la comunión. Voy alegre a la confesión sacramental. ¡Quién lo diría hace un año!
Sin embargo no casan bien las delicadezas de mi vida interior con las coces que doy a veces a los demás, pero esto es la prueba de que sólo soy una vasija de barro de botijo dentro de la que se guarda el tesoro de los tesoros: Tú. No es meter la pata lo que debería sorprenderme sino hacer las cosas bien siempre. ¡Que no ponga obstáculos a tu gracia! Que te deje actuar en mí para moldearme.
Escóndeme Jesús, quiero ser tu sombra. Quiero vivir escondida en tu corazón, loca de amor, hasta tener tus mismos sentimientos. Pero también quiero estar en el mundo para pegar este fuego a otros corazones y que se conviertan en “brasas como rubíes para tu corona de Rey” (San Josemaría Escrivá).
Quiero ser tu sombra, tan pegada a ti quiero estar. Acompañarte a todas partes, llevarte en mi alma, en mi corazón, en mis palabras, en mis obras. Que los demás al verme piensen en ti porque me parezco a ti.
Me basta con saber que estás cerca: necesito verte para no tener miedo, sentirte; no te escondas por mucho tiempo. Me basta con sentirme tuya y esperar confiada que así me sostengas. Toma posesión de mi alma -es lo mejor que me podía pasar- y haz de mí lo que quieras, en mi alma y en mi cuerpo. Estoy a tu disposición, tómame como un juguete. Me cuidarás, me limpiarás, me arreglarás cuando me rompa... ¡Saber que soy tuya! Pensabas en mí antes de la creación, sabías cuándo querías que naciera... ¡Jesús! Y me vas a sostener porque sabes que yo no tengo fuerzas. Así hemos estado toda mi vida y así seguiremos, ¿verdad Señor? Y nunca me dejas, ni siquiera cuando me rebelo y doy coces.
¡Espíritu de Dios! Eres tan bueno que te desbordas, que tú mismo me haces desearte. Y los deseos de ti me urgen para mejorar.
(Extracto del libro de la autora "Si supieras cuánto te amo...")