Apreciado Jorge Javier:
Te escribo públicamente porque tú has alzado la voz públicamente contra una católica como Tamara Falcó.
Si todo esto no fuera público, este servidor no habría sentido el impulso de defender a una hermana en la fe.
Estoy seguro de que ella tiene quiénes la defiendan y que ella misma puede hacerlo con elegancia y caridad cristianas.
Pero me preocupas tú y tu alma.
No, no es un sermón. Es un amable consejo que, por supuesto, puedes rechazar porque no lo has pedido. O sea, puedes dejar de leer ahora mismo. O, tal vez mejor, después de una línea más: “Si Dios no existe, todo está permitido”, escribió Dostoievsky en Los hermanos Karamázov, como bien sabes. Es decir, Jorge Javier, todo te está permitido. Y como la existencia de Dios es indemostrable con la sola razón y todo el problema se reduce a este, si no eres creyente, adiós, ha sido un placer.
Sin embargo, es imposible no ser creyente, no tener fe. Sin fe no se puede vivir: fe en que el tren saldrá a su hora, fe en que el taxista no se volverá loco de repente y se estrellará contigo como pasajero, fe en que el médico acertará, fe en que mañana estaremos vivos, etc.
Luego, apartado Dios de las conciencias -ese es el objetivo de la Modernidad- alguien tiene que llenar el vacío: aparece el supermercado de las religiones llamado New Age, y el ateísmo rampante que, casi siempre, es más un anticristianismo que una posición materialista bien meditada.
España lidera la trágica estadística de suicidios de jóvenes en Europa. Es bastante obvio que una juventud a la que ya no se ofrece la seguridad y la paz de un hogar familiar, de un padre y una madre unidos que los amen -con sacrificio y exigencia, claro, porque amar es sacrificarse, ya lo sabes, mira el ejemplo de Jesús, quien murió por ti y por mí-; que una juventud a la que todo le está permitido; que una juventud sin ideales, acabe por abandonar este mundo antes de terminar enfangados en él y sin esperanza alguna. Esto es un resultado del relativismo y de la educación de hoy. La separación Iglesia-Estado no es más que la proscripción de la primera, también lo sabes.
Pero no me preocupa todo esto tanto como el estado de tu alma, Jorge Javier. Dijo Woody Allen que no creía en el Más Allá pero que se llevaría una muda, por si acaso. La muerte no es el final. Tu alma no muere y tu cuerpo resucitará. Y entonces, si no hemos aprovechado aquí abajo la Misericordia del buen Dios, será la hora de Su Justicia, tan infinita y perfecta como la primera. ¿Vivirás 25 o 35 años más? ¿Cambias estos pocos años por una eternidad? Eres mal negociante, Jorge Javier.
No, no te reprocho nada, ni juzgo, ni acuso (como cristiano no puedo hacerlo), ni pretendo convertirte: lo hará la Virgen María, tu madre, cuando toque. Permite solo que hable, como tú hablas; que ejerza mi libertad responsablemente, respetuosamente. Permite que te diga que Tamara está en la Verdad y tú, por desgracia, no. Permite que te ruegue que seas respetuoso con las ideas de los que no pensamos como tú, como tú pides que lo sean con las tuyas. Permite, por fin, que rece por ti y los tuyos. Bueno, esto último no me lo puedes impedir, y tampoco el Estado, ni un guardia con un fusil ametrallador, ni un terrorista.
Recibe, con mi agradecimiento, un fraternal saludo.
Post Scriptum: No es bueno, ni adecuado, ni verdadero que hables de "odio" cuando te refieres a católicos. No podemos odiar, nos lo prohíbe la Ley del Amor de Jesucristo. Debemos amar a todos, incluso a los que nos persiguen, a nuestros enemigos, a los que hablan mal de nosotros. Debemos vencer al mal con abundancia de bien y bendecir a quien nos maldice. No, el "discurso del odio" es directamente falaz, falso, referido a los cristianos. Porque más bien, históricamente, hemos sido víctimas del odio satánico de muchos otros: desde los emperadores romanos a los ilustrados de 1789; desde los comunistas, a los nazis y, aún hoy, desde los protestantes a los yihadistas musulmanes y a los radicales hindúes.
Si no fuera tan trágico, sería un buen chiste acusar de "odio" a los cristianos.