Acercarse a los demás para maravillarse.

Al hacerme viejo cada vez me interesan más las personas, cada una de ellas; también al estudiar el pasado, observar la vida política o leer buena literatura. Tras los hechos de la historia hay siempre personas que se saben responsables, sufren, aman, persiguen la felicidad y la encuentran o no. Tras todo buen libro hay un autor que transpira su alma y experiencias en lo que relata. No hay libro de pensamiento en que no se exprese, a las claras o bajo velos, la vida del autor y no hay trayectoria política tras la cual no se perciba al gobernante con sus virtudes y defectos, sus esperanzas y frustraciones. Y cada vez más me resulta evidente también, que en toda persona hay siempre algo bueno y digno de admiración, aunque esté oculto tras muchas capas de miseria.

Por eso, he disfrutado este verano leyendo “Las aventuras de la inteligencia. Viaje sentimental y espiritual por Francia e Inglaterra”, de Antonio Rubio Plo (Ed. PPC, 2023, 351 págs.). Del autor solo conocía hasta ahora su faceta de analista de política internacional (pues suelo leer sus colaboraciones en ACEPRENSA) y que es doctor en derecho y relacionales internacionales y profesor universitario. Descubro ahora, con este libro, su profunda cultura y bastas lecturas y el poso espiritual y poético de su alma.

Las aventuras de la inteligencia consta de 23 capítulos (de entre 15 y 20 páginas cada uno) dedicados a otros tantos autores a cuya personalidad se acerca Antonio Rubio con motivo de sus viajes y visitas a ciudades de Francia e Inglaterra vinculadas de una forma u otra a esos personajes. Blasco Ibáñez, el pintor Ghagall, Graham Greene, Alexis de Tocqueville, Machado, Goya, Mauriac, Saint-Exupery, Falla, García Morente, Víctor Hugo, Ionesco, Marie Noël, Raissa Maritain, Irene Nemirovsky, Proust, Rovirosa, Unamuno, Simone Weil, Dickens, Chesterton, Newman y Benson son los protagonistas de la obra a los que el lector se acerca de la mano del autor. Dos o tres de esos personajes no los conocía antes de leer este libro, pero, todos ellos –los ya conocidos y los para mí desconocidos- me aportan mucho al acercarme a ellos de la mano de Antonio Rubio.

El autor visita las casas donde vivieron estas personas, las iglesias donde rezaron, los monumentos que visitaron, las calles por las que pasearon …. y analiza su vida y obra para acercarse a su alma. Vemos así desfilar -capítulo a capítulo- las inquietudes, las dudas, las ilusiones, penas y alegrías, de esos personajes que vivieron, amaron y sufrieron en algún momento de su vida en los lugares desde los que el autor evoca su recuerdo.

A mí me han resultado especialmente sugestivas las semblanzas de Greene, Mauriac, Saint-Exupery, Raissa Maritain, Simone Weil y Dickens. Es una apreciación muy subjetiva, pero dejo constancia de ella. Tienen en común que –salvo Raissa- eran hijos de la cultura cristiana y compartían poner su vida al servicio de ideales profundamente cristianos. Aunque no todos lograron en vida encontrar el rostro de Cristo en su Iglesia, avanzaron tanto en ese camino que no dudo que lo lograrían en el más allá, pues con su testimonio y escritos han ayudado a muchos a encontrarlo en el más acá; y eso merece premio.

Antonio Rubio se acerca a sus biografiados con cariño, como uno debe acercarse a toda alma. Y es capaz de rebuscar en sus vidas y obras lo mejor de que fueron capaces para aprender de ellos. En particular, el autor rastrea las huellas del cristianismo en esas personas y sus obras; pues todos ellos o fueron o llegaron a ser cristianos o buscaron al Dios del Amor que intuían aunque no llegasen a identificarlo. También en esta forma de acercarse a los demás la obra de Rubio es ejemplar.

Benigno Blanco