Año del Señor 2019
25 de septiembre
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡QUÉ TORPE SOY!
No es la primera vez que me pasa, ni será la última... De hecho, es algo muy común en mí.
Y es que, el otro día, mientras estábamos en el locutorio, me pidieron que subiera a por varias cosas que se nos habían olvidado arriba, en el Novi.
Tan contenta, me escapé corriendo para bajar lo antes posible y no hacer esperar. Pero, cuando llegué de vuelta, me di cuenta de que se me habían olvidado arriba la mitad de las cosas. “¡Qué desastre! Siempre se me olvida algo, ¿en qué estaré pensando?”, me decía para mis adentros.
Pero, mientras subía de nuevo las escaleras, riéndome de mí misma, le decía al Señor: “Gracias porque, si a mí me falta la memoria, tú me has dado dos piernas y agilidad para poder volver a subir las veces que haga falta”.
Y, como decía al principio, me suele suceder más veces, sin embargo, últimamente me vuelve a surgir esta oración que llena de alegría.
Y, qué bueno, porque... cuántas veces nos quedamos instalados o avergonzados por nuestra pobreza y, sin embargo, el Señor, a toda pobreza, aporta un Don: como aquella persona que a veces no puede hacer cosas de motricidad fina y, sin embargo, el Señor le regala un Don maravilloso para dibujar; o aquella otra que aprendió muy tarde a leer y a escribir, pero el Señor le desborda con un Don para transmitir Su Palabra; o aquel otro que, estando enfermo, el Señor le regala al hermano que le va a ayudar...
Cada una de nuestras pobrezas ha sido salvada por Cristo. Él, su muerte y Resurrección, es el mayor Don que hemos podido recibir en nuestra vida. Pero es que además, para hacerlo concreto hoy y ahora, nos regala dones que nos hacen ver hasta qué punto Él nos ha liberado.
Por ello, cuando amamos nuestra pobreza, se nos abren los ojos para descubrirle en ese Don que nos está regalando. Por muy grande o pequeña que sea nuestra pobreza, en Cristo está la salida.
Hoy el reto del amor es descubrir un Don del Señor en medio de tu pobreza. No te asuste tu pequeñez, esto es lo que todos tenemos en común, pues es el trampolín para descubrir el Amor infinito de un Dios que lo que más desea es verte feliz. ¿Qué te ha dado el Señor? Tu corazón se inundará de un profundo agradecimiento...
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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