Estoy orgulloso de ser
un sencillo espectador del universo.
Vivo admirado
del agua corriente que mana del grifo,
de la llama
que arde sobre el altar de Jesucristo,
de esa anciana
encorvada que reza en un rincón del invierno
o de la canción en la versión que Dios cantaba
mientras creaba el movimiento exacto de las olas.

Estoy orgulloso de ser
un tipo normal, tirando a poca cosa.
Pero consciente de la belleza que asoma
en el intríngulis del alma y de la rosa.
Y de esa falda suya plisada por la gracia
de la plancha.

Estoy orgulloso de no ser nada
(lo que me permite escrutar los misterios
del hombre más a mis anchas),
aunque esa nada sea en amor transformada, en la ternura
de la mirada de quien yo me sé... Quisiera

dar las gracias por todo
como Dios manda.
Y basta.