Ahora que dejamos atrás la Navidad, les planteo una metáfora: imaginen que dentro de unos días se celebra un acto de graduación en una conocida Universidad

Todos los alumnos se preparan para celebrar ese acontecimiento tan esperado. Los profesores, con el Decano y el Rector al frente, lo esperan también con ansia pues culminan años de convivencia que marcará la vida de los que hasta ahora eran sus alumnos.

En los días previos entrevistan a uno de los profesores sobre ese día para conocer sus impresiones y valoración personal del evento.

El profesor afirma: “quiero destacar que este acto es, por encima de todo, una fiesta familiar”

¿Qué les parece?... ha dicho “familiar”.... una fiesta ¿familiar?

Qué extraña declaración.

No se le ha ocurrido destacar el significado universitario que el acto tiene, ni que es una fiesta de toda la comunidad universitaria, es decir, de alumnos, profesores, autoridades académicas y colaboradores de la Universidad: las personas que durante años han estudiado, ayudado y trabajado juntos para lograr culminar los estudios.

Nadie duda que los familiares asistirán y acompañaran a los protagonistas, pero de ahí a definirla como una fiesta familiar, resulta extraño... qué comentario más raro ¿verdad?

Pues bien, estos días escuché en una homilía “la Navidad es ante todo una fiesta familiar y la mejor manera de celebrarla es en familia”

¿…se me entiende la metáfora?

Por si acaso no fuera así, cambio la figura retórica por el lenguaje más asertivo y sugiero estas afirmaciones, no vaya a ser que con tanta metáfora, se pierda el mensaje

 

Porthos