Sin ninguna intención de meterme en política, cosa que como clérigo no debería hacer en un foro público como éste, quiero dejar constancia de lo difícil que me parece el equilibrio entre catolicismo y socialismo que algunos quieren sostener. Que sean términos antagónicos no me atrevo yo a asegurarlo, concretamente si se refiere al socialismo de hoy en día, no al de hace décadas que hacía profesión de materialismo ateo y fue condenado por lor Papas. Hoy en día no se hace dicha profesión de modo oficial, sino que se deja al gusto de cada uno, por lo que algunos son ateos, otros se consideran agnósticos y algunos se dicen creyentes (de esos en nuestro país hay pocos aparentemente, en otros países como Italia parece haber más). Y son éstos precisamente los que creo que tienen un difícil equilibrio que mantener.
Como esto, dicho en general, queda muy abstracto, me fijaré en los dos casos más famosos de nuestro panorama político, esto es el de don José Bono y el de Don Francisco Vazquez, los dos socialistas y que se consideran a sí mismos católicos practicantes. Lo primero que hay que decir es que ambos son muy distintos, sea en el modo de actuar, sea en el modo de manifestarse, sea en algunas posturas tomadas por el uno y el otro ante temas candentes de la actualidad. Ahora acaban de coincidir en el defender la nueva ley del aborto que está en vias de aprobación definitiva y por tanto coinciden en la lluvia de críticas que les ha caido encima, cosa comprensible por otro lado.
Se me ocurre pensando en ellos que yo no dudaría de su buena intención al declararse católicos. Claro está que de todo político siempre se puede dudar de muchas afirmaciones suyas, pues gran parte de ellas están más provocadas por la política, los votos las encuestas, etc, que por lo que de verdad piensan. Pero en el caso de la fe de estos dos, su insistencia en proclamar su fe ha sido tan continua que yo no me atrevo a dudar que se consideren a sí mismos católicos y de los practicante. Siguiendo un poco la trayectoria de ambos, que puede gustar más o menos, no se puede negar que siempre han sido coerentes en llamarse católicos. Ahora bien, si han sido coerentes en el modo de vivir su catolicismo, es la cuestión sobre la que quiero reflexionar, no por afán de meterme en vidas ajenas sino porque me sorprende el modo rápido con que algunos bloggers, articulistas y comentaristas les ponen etiquetas.
Quizás lo primero que habría que hacer para entender el fenómeno de estos católicos socialistas es intentar imaginarse qué entienden ellos por "católico" o "cristiano", lo cual es siempre difícil pues eso hace referencia a la intimidad de su conciencia y ya se sabe que "de internis, neque Ecclesia..." Pero unos ciertos indicios podemos tener del modo como hablan y actúan. La conclusión que yo saco es la siguiente: Ha habido un cierto número de años en décadas pasadas en que, en la teología y en la predicación de una buena parte del clero, el ser cristiano se resumía en amar al prójimo, hacer opción por los pobres, ocuparse de acciones sociales, luchar por la justicia, etc, a la vez que se descuidaban, por no decir se omitían otros temas morales, como era el mismo aborto. A veces, teorías morales como la de la "opción fundamental" llevaban a ver compatible el seguir a Jesucristo y el hacer opciones morales discutibles. Aún hoy en día por desgracia encontramos bastantes clérigos, normalmente ya mayores, que defienden posturas morales muy discutibles y a veces en franca contradicción con la Iglesia. Los Masiá, Vidal, Teólogos de la Juan XXIII y otros más conocidos son solamente unos pocos en comparación con los que hay. Y estos clérigos formaron a seglares que tienen esas mismas ideas o parecidas, sin que por mucho tiempo nadie les haya cuestionado el que son buenos católicos. Al fin y al cabo, han aprendido todo eso de los curas de su parroquia, de otros que han conocido, de unas charlas a las que han ido...
Sería farisaico el querer ignorar que todavía hay muchos teólogos y curas sencillos que abiertemente defienden posturas poco ortodoxas y que llevan tras de sí a muchos laicos convencidos que ese catolicismo es tan válido como cualquier otro modo de vivirlo o pensarlo. Se trata de tantos católicos progres que en política pueden estar en la izquierda y en la derecha, pues lo uno no quita lo otro. Para este tipo de católicos, el tema del aborto, matrimonios homosexuales, manipulación genética y similares queda minimizado ante otras cuestiones como justicia social, libertad, democracia, igualdad. Se quedan con unos temas y dan menor importancia a otros. En distinta manera y con distintas consecuencias, a veces católicos más tradicionales subrayan algunos temas y minimizan otros.
Lo ideal sería el equilibrio del que acepta la moral cristiana en su totalidad, pero ese equilibrio no siempre se da en la realidad. Por eso ocurren casos como el de los católicos socialistas, que destacan mucho unos temas y olvidan otros. No es lo ideal y en línea teórica no es un buen modo de platearse la fe, pero a la hora de juzgar a las personas concretas yo tendría mucho cuidado en hacerlo. Depende de donde aprendieron lo que parendieron, a qué curas escucharon, qué libros leyeron, con quien se juntaron para compartir su fe, con quién se aconsejaron y quién resolvió sus dudas. Es toda una serie de condicionantes que hacen que una persona esté hoy donde está, sobre todo si tiene una trayectoria vital un poco larga.
Ahora, sobre todo desde el pontificado de Juan Pablo II y continuando con Benedicto XVI, las cosas están quedando más claras, sobre todo en el campo de la moral, pero el terremoto postconciliar hizo que muchas certezas se olvidasen y la confusión se llevase a muchos fieles por delante. Hoy todavía quedan muchos católicos que son herederos de esa confusión doctrinal a la vez que convencidos honestamente de ir por la recta vía. En el caso concreto del aborto, Bono y Vazquez se manifiestan los dos en contra de él, incluso reconocen que es pecado, pero lo aceptan como un mal menor que en algunas ocasiones hay que aceptar, sin dejar de ser un mal, como fruto de la "sacrosanta" libertad humana.
En todo ello rezuma la teología de algunos autores postconciliares. Parece ser la típica situación, no poco común, en la que el arraigo de la confusión es tan grande que dificulta el aceptar el estar equivocados, aún cuando el magisterio actual sea tan claro. Si esto le pasa a muchos curas y religiosos, cómo no les va a pasar también a seglares... Con esto no quiero justificar a nadie, ni creo yo que tenga que hacerlo, pero lo que sí tengo claro es que tengo pocas ganas de juzgar quién es buen católico y quién no lo es.