Camino hacia el martirio: el tiempo de prisión
En febrero de 1936, el Frente Popular llegó al poder y se acentuó la persecución religiosa. El 2 de abril, día de su cumpleaños, habían de pasar por la estación de ferrocarril unos batallones del Ejército y Antonio fue con un montón de hojas debajo del brazo para repartirlas entre los soldados al grito de: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Rey!”.
Poco después fue detenido y conducido a la cárcel de Jerez. Allí, como los antiguos mártires, se mostró pleno de alegría y entonaba los numerosos cánticos religiosos que conocía, como el “Cantemos al Amor de los amores”, el “Corazón Santo”, “Tú reinarás” y la “Salve, Regina”. Frente a las prohibiciones de los carceleros para cantar, se dedicó a escribir en las paredes la letra, con lo cual hubieron de dejarlo por imposible.
Recibía la visita de sus amigos y sólo lamentaba no poder oír la Santa Misa ni comulgar, ya que estaba prohibido. Así que se entregó de lleno al rezo del Santo Rosario, solo o con otros católicos que fueron llegando también allí por la persecución religiosa y política que se estaba desatando en España. Pidió a los amigos que le llevaran libros religiosos y sobre todo se dedicó a leer con gran interés las historias de los mártires, encontrando gran consuelo en lo que ellos habían padecido, a la vez que pensaba que lo que él sufría no era digno de parangonarse con sus gestas.
En poco tiempo, el alma de Antonio se estaba transformando hacia una entrega absoluta, heroica y martirial. Su modelo eran los mártires y su corazón se encendía cada vez más en ansias de martirio por amor de Cristo, al que se pisoteaba en España. Otro devoto tradicionalista, encerrado con él en la cárcel de Jerez por aquellos días y con quien hablaba largos ratos, ha transmitido muchas de estas noticias y ha referido que le dijo un día: “Sufriré los más grandes tormentos antes que apostatar de mi Dios”. A la cárcel fue a parar asimismo su hermano Carlos, detenido por defender con otros jóvenes el convento de Santo Domingo de Jerez, de los dominicos, frente al asalto de las turbas marxistas. Por fin, el 16 de mayo, fue puesto en libertad.
El martirio
El 18 de julio de 1936, el Alzamiento iniciado en Melilla el día antes se extendió por otras partes de España y triunfó pronto en Jerez, Cádiz y Sevilla. Antonio Molle se reunió entonces con los otros “requetés”, los combatientes carlistas, para formar una unidad a disposición de las autoridades militares y que sería el origen del Tercio de Nuestra Señora de la Merced. Los requetés profesaban una sincera fe religiosa y una honda devoción, especialmente hacia Cristo Rey y la Virgen María, teniéndose a sí mismos como auténticos cruzados y confiando en la restauración de la España católica.
Después de afianzar el éxito del Alzamiento en Jerez, los requetés de esta ciudad marcharon a Sevilla para apoyar las operaciones del general Queipo de Llano y allí restablecieron la tradicional enseña española, roja y gualda. Desde Sevilla fueron enviados unos días después a la localidad de Peñaflor el 8 de agosto: el 6, fiesta de la Transfiguración y primer viernes, había comulgado con devoción.
El día 10, fiesta de San Lorenzo, se celebró Misa en el convento de las Hermanas de la Cruz (fundadas por Santa Ángela de la Cruz, sobre estas líneas), pues la iglesia de Peñaflor había sido profanada por los marxistas, y Antonio asistió y comulgó. Algunos han dicho que tal vez se ofreciera en ese momento como víctima de inmolación al Señor, según supusieron por el aspecto tan recogido que presentaba y porque cayó mártir a las pocas horas, pero no existe ningún otro dato que pueda corroborar esa oblación. Lo que sí es muy probable es que realizase una aceptación de la muerte, habitual entre los requetés.
Ese mismo día 10 se produjo un fuerte ataque de los milicianos frentepopulistas a Peñaflor, que cogió de sorpresa a los defensores; el pueblo finalmente no sería perdido por éstos al llegar refuerzos, pero entretanto se produjo el martirio de Antonio Molle.