Al hilo del comentario hecho en el anterior post Ecclesiam semper reformanda est por Miserere mei Domine, cuyo excelente blog aprovecho para recomendar, me voy a permitir lanzar una cuestión al aire que no es fácil pero que cada día se me hace más obvia. Decía Miserere:
“los sacerdotes gastan el 90 de sus esfuerzos en cometidos que pueden ser realizados por laicos (si nos dejasen) o por diáconos (si el obispo los quisiera ordenar). Las parroquias crecen en los extra-radios de las ciudades, pero las de los centros se van quedando desiertas. En los extra-radios tenemos que coger el coche y tardar bastante rato para llegar debido la dispersión de la población y la poca densidad de católicos practicantes. En los centros de las ciudades, hay muchas parroquias en un radio de media hora andando con tranquilidad... y son muy pocos los asistentes a las celebraciones. El problema es de reparto y optimización de recursos.
Echando un cálculo de la situación que vive la Iglesia de mi diócesis... el problema no es que no tengamos sacerdotes, es que mantenemos una estructura que no se ajusta a las necesidades reales. Al menos es lo que vivo...”
Mi apreciado lector y compañero bloguero no es el único que piensa esto; en el "Simposio de sacerdotes y laicos para la evangelización" al que asistí en Enero en Roma, pude compartir con mucha gente de Iglesia, preocupada acerca del tema de cómo llevar a plenitud la vocación bautismal y la llamada a la Evangelización, en nuestra iglesia actual.
Aunque alguno de los ponentes reflexionó sobre cómo hemos clericalizado a los laicos, y algún canonista explicó las posibilidades que brinda el actual Código de Derecho Canónico, lo que más me impresionó fue la conversación con un sacerdote y un laico irlandeses, que estaban a cargo de la pastoral de evangelización de una diócesis de Irlanda del Norte.
El sacerdote decía que las funciones de obispo, sacerdote y diácono, se habían colapsado en la persona del sacerdote, pluriempleándolo en labores que teóricamente debían llevarse por diferentes personas del orden sacerdotal. Y esto por no hablar de la escasez de funciones de los laicos, también absorbidas muchas veces por el párroco.
La consecuencia es que la labor de un sacerdote de hoy en día es la de ser un superman en la parroquia que hace de todo. Meritorio sí, pero la parroquia como comunidad difícilmente puede madurar si tiene a alguien que lo hace todo, por bien que lo haga.
De esto conozco muchos y muy admirables ejemplos, lo que me hace preguntarme si estaremos dedicando las fuerzas a mantener un esquema de cómo eran antaño las cosas en vez de a la realidad y a la necesidad pastoral que vivimos hoy en día.
Un sacerdote amigo mío, que se dedica a formar sacerdotes, me comentaba hace poco cómo su labor de párroco le tuvo más que absorbido durante años, entre trámites administrativos y celebraciones. Su reflexión era que un sacerdote se puede sentir más que ocupado- llegando al agobio-por la estructura actual de una parroquia, la cual le comerá todo su tiempo y energía, sin que en realidad llegue a hacer apenas trabajo de evangelización y pastoreo.
Más ejemplos, el otro día un párroco amigo me comentaba cómo se tuvo que pasar dos días poniendo la contabilidad de la parroquia en orden. Y eso por no hablar de las mil labores más a las que se dedica, que más de un dolor de cabeza le dan.
Para mí la reflexión es clara, vivimos de mantener estructuras y maneras de hacer que alimentan un liderazgo muy pobre en las parroquias. Esto significa que el pastor se convierte en mil cosas además de pastor, y monopoliza lugares y ministerios sin dejar que se desarrollen en la comunidad cristiana.
Si a esto sumamos la escasez de sacerdotes, vemos cómo la descristianización que progresa hace que las pocas fuerzas que tenemos se empleen en mantener estructuras que sabemos que van a colapsarse.
Es como tener un edificio amenazando ruina, una ruina irreversible, y dedicarnos a hacer apuntalamientos que no van a sanar la estructura del edificio, sino sólo a retardar el derrumbe, en vez de sentar las bases de un edificio nuevo.
Otro ejemplo: me comentaba otro cura amigo cómo en su diócesis había párrocos con más de diez parroquias cada uno. Esto me recordó a otro párroco muy querido que tiene que celebrar cuatro misas todos los domingos en sus cuatro parroquias en unas aldehuelas que están en un radio de apenas veinte kilómetros.
Para la poca gente que va a cada misa, yo le digo que más cuenta le saldría alquilar un autobús todos los domingos y juntar a todos para una sola misa en el mismo sitio.
Volviendo a la cita de Miserere, creo que padecemos de una galopante falta de adaptación a la realidad pastoral en la que vivimos. En el fondo todos hacemos más o menos lo mismo que siempre se ha hecho, intentando mantener una pastoral que amenaza ruina.
Es la clásica tensión entre una pastoral de mantenimiento y una pastoral de evangelización, traída a colación en el contexto de la Nueva Evangelización.
Me sorprende cómo, pese a tener la teoría magisterial tan clara, los obispos no dan pasos más atrevidos para paliar la situación. Y paliar la situación pasa por optimizar recursos, y concentrarse en la realidad que vivimos, no en la que añoramos vivir.
Si no se hace esto, al final los pasos se dan cuando ya es demasiado tarde. No es lo mismo hacerlo cuando todavía hay juventud, que cuando la enfermedad y la incapacidad de la edad te fuerzan.
Me explico, me decía Teresa, una querida amiga, que el otro día la llamaron para ir a visitar y a acompañar a una monjita de clausura de 92 años contemplativa, que andaba un poco desorientada porque la acaban de cambiar de convento ante la incapacidad de la comunidad suya de mantenerse.
Parece claro que en su caso esperaron demasiado a dar el paso, y hacerlo tan tarde es un auténtico drama para quien se ha pasado toda la vida en el mismo convento con un voto de estabilidad.
¿Vamos a tener que esperar a que se nos colapse el edificio para tomar medidas? Porque medidas pastorales diferentes se podrían tomar, y no hablo sólo respecto a los sacerdotes, sino a las parroquias enteras como concepto.
He aquí una serie de preguntas que me hago, que espero se vean enriquecidas por preguntas que formulen los lectores.
· ¿Por qué no se dedican más sacerdotes a la pastoral universitaria en sitios como Madrid donde hay una red de capellanías y mientras nos pasamos el día quejándonos de la falta de jóvenes en las parroquias?
· ¿Por qué no se unifican parroquias urbanas que no distan ni 750 metros del mismo arciprestazgo para liberar más sacerdotes para la misión?
· ¿Por qué a un cura le cuesta Dios y ayuda que su obispo le libere para dedicarse a la misión, y tiene que pasar sus mejores años de madurez y juventud corriendo de un lado para otro celebrando misas, haciendo bautizos y funerales, y trámites administrativos sin que le quede tiempo para nada más?
· ¿Por qué se tiene tantas reservas hacia el diaconado permanente si ha sido instituido por la Iglesia e históricamente se instituyó para descargar a los presbíteros?
· ¿Por qué los mejores laicos acaban metiéndose a cura o a religioso o religiosa y no se fomenta que crezcan líderes laicos duraderos en las parroquias?
· ¿Por qué las parroquias no se plantean emplear gente laica que trabaje para la Iglesia, como ocurre en los Estados Unidos?
· ¿Por qué hay tan pocos matrimonios que sean delegados de familia en las diócesis españolas?
· ¿Por qué mantenemos una frecuencia de Misas tan alta, pero olvidamos la confesión y/o la dirección y acompañamiento espiritual ?
· ¿De qué sirven las megaparroquias llenas de gente los domingos, si no son capaces de ser semilla para otras parroquias y multiplicarse?;¿por qué sólo se ven estas parroquias como semilleros vocacionales y lugares para formar curas, y no como lugares para formar laicos y enviarlos?
· ¿Es tan difícil liberar dos o tres parroquias en la diócesis, hacer que se concentren en la evangelización en vez de en la dispensación de sacramentos y poner al frente de ellas a gente preparada, con la juventud y la madurez necesaria, colaborando en ella genuinamente sacerdotes y laicos?
Creo que las preguntas serían interminables, espero las de quienes lean esto, que seguro que serán mucho más interesantes que las mías.