Un funeral de un obispo al que asisten la friolera de 20.000 personas no es algo normal. Para que nos hagamos una idea es más de 2 veces el Aula Pablo VI de audiencias del Vaticano, más veces todavía la capacidad de la Basílica de San Pedro y no hablemos la de veces que multiplica la capacidad de la catedral de La Almudena, por decir alguna. Pues bien,  si bien la cifra de asistentes no bate records (recuérdese el funeral del P. Pío de Pietrelcina, en el que había 100.000 personas y no hablemos del de Juan Pablo II), ni tiene porqué pues no se trata de hacer comparaciones, ni cuantificar la popularidad de un pastor, sin embargo dicha multitud es muy, pero que muy significativa del cariño que los fieles tenían a su obispo. Si a esto añadimos las circunstancias donde todo esto ocurrió, que es la China comunista, la cosa tiene mucho mayor mérito.

Me refiero a Mons. Raymond Wang Chonglin, obispo emérito de Zhaoxian, en la provincia china de Hebei (noreste del país, lindando con Mongolia), fallecido a principios de este mes, cuya biografía se puede leer en varios sitios, como Aciprensa, Asianews o en la Agencia Fides, y que no voy a repetir aquí pues ya está muy bien expuesta allí. De todas formas ya aviso que es una biografía breve la que traen los medios digitales, quizás porque su vida fue poco conocida en occidente. Pero leyendo entre lineas, hay varias cosas de este gran hombre que me llaman la atención y que pueden explicar el porqué de esa despedida masiva por parte de su gente.

Ordenado sacerdote el 30 de noviembre de 1950, tenía 29 años y había estudiado en el seminario de los Padres Paules de Pekín. No había ejercido más de 7 años su ministerio cuando fue condenado a nada menos que 20 años de prisión. Eran los tiempos durísimos de Mao Zedong (o Mao Tse Tung, según en que lengua se escriba), uno de los hombres más sanguinarios del siglo XX y ante el cual los actuales dirigentes chinos se parecen más bien a las Hijas de la Caridad. Hubo un tiempo en que la juventud rebelde española tenía como moda leer el "Libro rojo" de Mao, probablemente sin saber que este tipo había mandado matar a muchas decenas de millones de compatriotas en su llamada "revolución cultural", que tuvo poco de culta y mucho de inhumana.

Pues este pobre sacerdote, por el mero hecho de serlo, se tragó no los 20 años de prisión sino uno más, 21 en total, y fue liberado en 1979 después de indecibles torturas que el régimen usaba como cosa habitual. Pudo volver a su querida diócesis, en la que cuatro años más tarde fue ordenado obispo de modo clandestino y aprobado por la Santa Sede. Dicha ordenación fue aprobada por el gobierno años después, en 1998, pues los tiempos habían cambiado y el gobierno chino empezaba a dar tímidos pasos de apertura hacia Roma. No fueron pasos decididos, unos hacia adelante y otros hacia atrás, pero ciertamente las cosas estaban empezando a cambiar.

La labor pastoral de Monseñor Wang Chonglin (en la foto de la derecha) fue grande: La construcción de un nuevo seminario, la fundación de una casa para religiosas, un orfanato para niños abandonados y minusválidos físicos y mentales (por el que tuvo grandes luchas con las autoridades, que no veían con buena cara que una institución católica educase a niños, aunque fuesen huérfanos), etc. Después de haber fallecido, el administrador de la diócesis ha destacado como características suyas su amor hacia los sacerdotes, seminaristas y religiosas, y también el buen ejemplo que dejó a todos con su vida.

Son sin duda estos factores los que le hicieron tan querido entre los fieles: Un obispo que ama a los sacerdotes y se preocupa por ellos, hace que su tarea pastoral sea mucho más fructífera pues cuenta con sacerdotes felices en su ministerio que colaboran más gustosamente con él y, como consecuencia, la buena relación del obispo y sus sacerdotes redunda en bien de los fieles. Sin tener ningún ánimo de hacer comparaciones, creo sin embargo que muchos obispos podrían aprender de esta "opción preferencial" por los sacerdotes y las vocaciones (también religiosas), que tiene siempre consecuencias positivas.

Por otro lado, el ejemplo de un obispo virtuoso, aparte de ser un gran factor de vitalidad de su diócesis, atrae sin duda el cariño de sus fieles. Si esto es así en todas partes, imaginemos en China donde los fieles católicos tienen una vida tan difícil y tan heroica. De este obispo leemos que se preocupó mucho por su grey, cuidando con esmero la visita de las parroquias y de las comunidades sin sacerdote, muchas veces yendo en bicicleta, administrando los sacramentos como cualquier sacerdote y atrayendo con su ejemplo a muchos a la fe. Y, una vez fallecido, toda esa gente no ha dejado de ir a verle, llegando de los lugares más remotos de la provincia, a pie y en bicleta, gente sencilla. Las 20.000 mil personas que asistieron al funeral era un tercio de la siócesis, en la que hoy hay unos 60.000 católicos y 60 sacerdotes, con 52 seminaristas mayores, que es un número proporcionalmente alto.

Tuvo un episcopado ajetreado: Tras consagrar en secreto a su Coadjutor, Mons. Giuseppe Jiang Mingyuan, le fue prohibido ejercitar públicamente el ministerio episcopal. En el 2005 presentó las dimisiones al gobierno pastoral de la Diócesis, y en el 2006 retomó la dirección tras la enfermedad del Obispo Coadjutor. En el 2008 toda la diócesis festejó el XXV aniversario de su episcopado y dos años depués, a la edad de 88 años y por una hemorragia cerebral, ha dejado este mundo, en el que queda la huella de un buen pastor que sin duda puede ser de ejemplo para muchos obispos del mundo entero: Encontró una diócesis que estaba por los suelos y la levantó, la hizo florecer y hoy en día es una comunidad eclesial muy viva. Todo, claro está, con la gracia de Dios, pero también con una vida de las que de verdad dejan huella.