Quien sabe de dónde viene y a donde va, puede vivir con esperanza y con buen humor.
El realismo de vivir nos hace ver el mundo con perspectiva. Las situaciones más complicadas han sido resueltas por las propias energías sociales, y en la Iglesia por las personas de fe guiadas por el Espíritu Santo.
Dentro del Evangelio nos encontramos con muchos elementos que debemos leerlos con humor. Aumentan nuestro amor por Jesucristo en quien tenemos nuestra esperanza. Pensad en los Discípulos de Emaús que describen al Señor lo sucedido en la Pasión. O cuando les pregunta: “¿De qué veníais hablando por el camino?” Etc.
Personalmente la palabra alegría la vivo como esperanza. No siempre puedo vivir alegre en el sentido inmediato de la palabra. Por ejemplo, cuando mueren mis padres.
Cuando en encuentro con Jesús es verdadero, su anuncio produce alegría. “¡Salta de gozo, Sión; alégrate Jerusalén! Mira que viene tu Rey, justo y triunfador”. Y no olvidemos la exhortación de Nehemías: “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza”
La alegría es característica de los creyentes. “María que supo descubrir la novedad que Jesús traía, cantaba: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” y el mismo Jesús “se llenó de alegría en el Espíritu Santo”. Cuando él pasaba, “toda la gente se alegraba”. Después de la resurrección, donde llegaban los discípulos había una gran alegría. A nosotros, Jesús nos da una seguridad: “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría…Volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría”. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.
Muchos santos se han distinguido por el buen humor. La tristeza, sin motivo, tiene que ver con la ingratitud, pero también con encerrarse en sí mismo y hacerse incapaz de reconocer los dones de Dios y de los hermanos. “En todo caso hay que mantener un espíritu flexible, y hacer como san Pablo: “Yo he aprendido a bastarme con lo que tengo”. Es lo que vivía San Francisco de Asís, capaz de conmoverse de gratitud ante un pedazo de pan duro, o de alabar feliz a Dios solo por la brisa que acariciaba su rostro”.
El Papa nos advierte que no está hablando de la alegría consumista que el mundo nos ofrece, sino de la alegría que nace con Jesucristo Dios vivo y verdadero. “No estoy hablando de la alegría consumista e individualista tan presente en algunas experiencias culturales de hoy. Porque el consumismo solo empacha el corazón; puede brindar placeres ocasionales y pasajeros, pero no gozo. Me refiero más bien a esa alegría que se vive en comunión, que se comparte y se reparte, porque ‘hay más dicha en dar que en recibir’ y ‘Dios ama al que da con alegría’. El amor fraterno multiplica nuestra capacidad de gozo, ya que nos vuelve capaces de gozar con el bien de los otros: ‘Alegraos con los están alegres’. ‘Nos alegramos siendo débiles, con tal de que vosotros seáis fuertes’. En cambio, si ‘nos concentramos en nuestras propias necesidades, nos condenamos a vivir con poca alegría’”.