¿Cuántas veces hemos temido lo que nos sucede o nos puede suceder? Es como si Dios no permitiera que nos encontremos con lo que nosotros mismos hemos hecho. Los seres humanos tenemos todo lo que se escapa a nuestro control. Sólo basta ver cómo estamos reaccionando al avance de la pandemia del Coronavirus. Tenemos y padecemos una terrible ansiedad. Hasta llegamos a ver a Dios como la causa de los males. Se nos olvida que Dios no causa mal alguno, nosotros somos quieres propiciamos el mal que padecemos. Lo propiciamos haciendo justamente lo contrario a la Voluntad de Dios.
¿Y qué hay de admirable en que esto le haya ocurrido a Pedro, quien no había recibido revelación acerca de estas cosas? A fin de que sepáis, cómo las cosas que confesó de Cristo no fueron de Pedro, mirad la turbación que experimenta en las cosas que no le fueron reveladas. Porque él, midiendo lo que concierne a Cristo con su pensamiento humano y terrenal, cree infame e indigno del Hijo de Dios todo sufrimiento, por eso le dice el Señor: "Porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres". (San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.54,3)
Como sentimos que todo sufrimiento es infame, intentamos que Dios conforme su Voluntad a nuestros deseos, ideologías y expectativas. Muchas veces nos vemos leyendo lo que Dios piensa o debe de hacer, como si pudiéramos adaptar lo que sucede a nosotros. Lo que decimos nosotros, lo disfrazamos de lo que la Iglesia dice o Dios quiere. Intentamos que el simulacro humano siga adelante y no tener que arrodillarnos ante la Voluntad de Dios.
"Entonces dijo a sus discípulos: si alguno quiere venir en pos de mí", que equivale a decir: Tú me dices: Ten compasión de ti. Pues yo te digo, que no sólo te será perjudicial el que yo evite mi pasión, sino que tú no te podrás salvar si no padeces, si no mueres y si no renuncias para siempre a tu vida. Y mirad cómo sus palabras no imponen violencia alguna. Porque no dijo: aunque no quieráis debéis sufrir, sino el que quiera, de esta manera atrae más. Porque el que deja en libertad para elegir a quienes lo escuchan, los atrae mejor y la violencia sirve las más de las veces de obstáculo. Mas no propone esta Verdad sólo a los apóstoles, sino a todo el universo,... (San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,1)
Es evidente que no queremos sufrir, pero cuando recibimos las consecuencia de nuestros errores y pecados, es la oportunidad de darnos cuenta del camino que Cristo nos señala. San Juan Crisóstomo lo indica con claridad: “sus palabras no imponen violencia alguna”, porque lo que Cristo nos ofrece es Paz y Esperanza. Cristo nos señala la necesidad de seguir sus pasos y no los de los miles de segundos salvadores que se ofrecen a nosotros. Los pasos de Cristo conducen, sin duda alguna, al Gólgota y a la Pasión. Una Pasión que permite que la Gracia transforme nuestra naturaleza herida. Un Gólgota que nos permite cumplir con lo que Dios desea de nosotros. Eso es lo esencial, cumplir la Voluntad de Dios y no la ideología que nos controla.