El ayuno y la abstinencia cuaresmales no son imposiciones de la Iglesia porque sí, porque hay que machacarse y mortificarse en plan fanático. No. La Iglesia es madre y las madres, las buenas por lo menos, no machacan y fastidian a sus hijos sino que los cuidan, los educan, les enseñan.
La Cuaresma, como todo el mundo sabe o por lo menos le suena, es un tiempo de penitencia y arrepentimiento, de desprenderse de todo lo que nos separa de Dios y dejar el alma desnuda de lo superfluo para que nada la distraiga de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo que está al caer.
La Iglesia ha concretado la forma de hacer el ayuno y la abstinencia para facilitar a sus hijos el cumplimiento de esta obligación. Podía haber establecido otras maneras de hacerlo pero se decidió por esta, así de simple.
Además del sentido más elevado del ayuno y la abstinencia que comento al principio, hay otro más terrenal, más pegado al suelo: llevarnos al desprendimiento de nuestros apegamientos materiales y de nuestra actitud consumista.
Vivimos en la sociedad de lo inmediato, del mínimo esfuerzo y el máximo placer al instante. Y eso nos vuelve egoístas y comodones, centrados en nosotros mismos y en satisfacer nuestros caprichos constantemente. No queda sitio para pensar en lo que necesitan los demás, y no hablo sólo de los mendigos que vemos tirados por la calle sino también de la gente que nos rodea y a lo mejor necesitan que les ayudemos en algo.
Por eso te invito a considerar otras formas de ayuno y abstinencia, ya que hay gente a la que no comer carne o comer menos de lo habitual no le supone ningún esfuerzo y esta práctica penitencial queda vaciada de significado. Si haces un acto de penitencia que no te cuesta, ¿qué penitencia estás haciendo?
Sin embargo hay montones de cosas a lo largo del día que sí nos cuestan. Por ejemplo: saludar al vecino que te cruzas todas las mañanas y te mira con cara de asco sin saludarte; lo primero que te sale es “menudo g…” pero puedes hacer un acto de ayuno y abstinencia: ayunar de soberbia y abstenerte de insultarle por dentro. Pongo este ejemplo porque a mí me pasa todas las mañanas cuando voy a trabajar. ¡Estoy pensando salir 5 minutos antes para no ponerme en ocasión de pecar contra la caridad!
Más ejemplos: ¡hay millones! Cualquier cosa que te cueste hacer o no hacer. A las madres nos cuesta mucho dejarnos cuidar, dejarnos servir, dejarnos hacer. Nos sale solo comernos las sobras, la parte quemada del pollo, quedarnos fuera del reparto de chuches para que nuestros hijos toquen a más, ese tipo de cosas. Pues a lo mejor es más penitencia entrar en el reparto que no entrar, o servirte una tajada mejor, eso tendrás que verlo tú mismo. En mi caso particular me cuesta más comer que ayunar porque en el pasado estuve enferma de anorexia durante un tiempo y me volví una persona de poco comer. De hecho mi penitencia de Cuaresma era no hacer nada de ayuno ni abstinencia y me costaba mucho no hacer lo mismo que los demás y tener que comer.
Bueno, sin dejar de hacer lo que manda la Iglesia podemos ampliar el abanico de actos penitenciales que nos vacíen de nuestros apegamientos y egoísmos y dejen sitio en nuestra alma para Dios. Penitencia y mortificación no son sólo “no hacer esto, no comer aquello”, a veces cuesta más hacer algo que privarse de algo. Eso lo tenemos que ver cada uno.
Para animarte a vivir la Cuaresma con esperanza de resurrección y alegría de estar con Cristo te invito a escuchar esta canción del Grupo Betsaida, que suelo incluir todos los años.
¡Feliz Cuaresma!