Carlos I de España y V de Alemania. Es como la historiografía más generalizada, por lo menos en España, conoce al gran Carlos de Habsburgo que, nacido en Gante en 1500, hijo de Felipe de Habsburgo y Juana de Aragón, habría de gobernar sobre medio mundo.

             No conozco, a decir verdad, quién inventó la locución que tanta fortuna ha hecho. Si alguno de Vs. lo sabe, agradeceré que me lo diga, debajo está mi correo y si no, siempre cabe dejar la información en la casilla de comentarios. Alguna vez me pareció entender que lo hizo el gran D. Ramón, D. Ramón Menéndez Pidal. Si sí como si no, discúlpeme Vd. D. Ramón, discúlpeme el ilustre y sin duda bienintencionado historiador que lo haya hecho, pero me parece profundamente desacertada.

             Carlos no fue V de Alemania por la sencilla razón de que Alemania no existía. En realidad, Alemania no había existido nunca ni empezó a existir hasta que en 1870, desde la Prusia de Guillermo I y gracias al potentísimo impulso del Canciller Otto von Bismarck, se lleva a cabo lo que se da en llamar “la unificación alemana”. No es sólo que no existiera como unidad política, es que no existía ni como concepto.

             Tan diferente en ese sentido de España, que, amén de ser hace ya dos mil años una provincia romana con forma muy similar a la que tiene en la actualidad, constituirá después, durante más de tres siglos, con los reyes visigodos, un reino independiente con capital en Toledo, para volver hacerlo con los Reyes Católicos desde un año que generalmente se data en 1492, con la incorporación de Granada, aunque sería más correcto hacerlo en 1515, con la del reino de Navarra. Y aunque entre uno y otro, durante los siete siglos que dura la larga Reconquista, no fuera una unidad política, sí constituirá, en todo caso, un concepto irredento, una idea impulsora, que no desaparece en ningún momento. Tan no desaparece, que hasta los emires y califas islámicos se la autoaplicaron. Nada de lo cual vale decir para Alemania.

             El gran Carlos de Habsburgo no lo es, pues, de Alemania, y si es conocido y reconocido como Carlos V no lo es como alemán sino como quinto emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico que porta el nombre de Carlos. Es, en otras palabras, el Emperador Carlos V. Emperador de un imperio que, por cierto, ni abarcaba todas las tierras germánicas o a todos los súbditos germano-parlantes, ni estaba constituído sólo de tierras germánicas o de súbditos germano parlantes.

             Desde el momento en que aceptamos que Alemania no existe y que Carlos no es V por ser de Alemania, sino por ser Emperador, entonces hacer pasar el I (de rey) por delante del V (de emperador) es una tontería, y hacer pasar el V (de emperador) por delante del I (de rey) no es desdoro para nadie. El emperador es el rey de reyes, es el primero de los reyes, es el título -como tal título, más allá de su poder real, la extensión de sus territorios o el número de sus súbditos- por excelencia, tan por excelencia que, de hecho, es coronado por el Papa la mayoría de las ocasiones. Y de nada vale hacer pasar su orden por detrás del de otro rey que sólo lo es de un territorio, aunque ese territorio fuera el vastísimo sobre el que, como rey de España, reinaba Carlos V.

             Cuando una persona tiene dos títulos, la manera correcta de exponerlos, de presentarlos, es ésta: por delante el de mayor rango con el artículo “el”; por detrás los demás, sin artículo: La Duquesa de Alba, Condesa de Aranda. Lo que trasladado a nuestro Carlos de Habsburgo, dejaría la cosa de la siguiente manera: el Emperador Carlos V, Carlos I de España.

             La locución Carlos I de España y V de Alemania es utilizada por cuantos quieren expresar la grandeza e importancia que en los tiempos de Carlos tenía la corona de España, en una especie de acto de rebeldía frente a la intensa Leyenda Negra que atenaza a los españoles, lo que como propósito me parece más que loable. Pero a ésos cabría responder: "pues fíjese Vd. si era grande la corona de España en aquellos tiempos, que su titular se convirtió, ni más ni menos, que en el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico". Una interpretación a la que contribuye el hecho de que Carlos es rey de España desde 1516, y siendo ya rey de España y no antes, y desde el todopoderoso trono español, consigue ser reconocido el 26 de octubre de 1520 Emperador del Sacro Imperio en Aquisgran, y después, ser coronado en Bolonia el 24 de febrero de 1530 por el papa Clemente VII. Logros que no habría conseguido de ninguna manera sin ser rey de España, algo de lo que no me cabe duda alguna, pues ya le costó siéndolo, siendo, -como lo era-, rey de España, y en consecuencia, la persona más poderosa del planeta.

             De hecho, algo similar, ser reconocido y coronado emperador, ya habían intentado otros reyes españoles, aunque sin conseguirlo. Así, notablemente, Alfonso X de Castilla, más conocido como "el Sabio", quien, muerto el emperador Federico II de Hohenstaufen, invocaba los derechos que para tal dignidad recibía de su madre Beatriz de Suabia, prima del anterior. Se da el caso poco conocido de que aunque efectivamente ganó la elección de los siete electores que habían de elegirlo por un resultado de cuatro a tres, su rival en el empeño, el inglés Ricardo de Cornualles, al presentarse rápidamente en Aquisgrán, fue reconocido, al menos, como rey de Romanos, el título antesala del de Emperador, aunque nunca fuera coronado Emperador. Una magistratura, la de emperador, que, por cierto, quedaría vacante durante casi un siglo, hasta que el 11 de octubre de 1347 se rehabilite en la persona de Luis IV de Wittelsbach. Cabe preguntarse cómo habría sido la historia de España, y hasta de Europa, si Alfonso X hubiera conseguido, efectivamente, coronarse emperador.

             También fue conocido como “el emperador” Alfonso VII de Castilla, aunque en este caso sólo fuera “Imperator totius Hispaniae” (Emperador de toda España) -buena prueba de la pervivencia del concepto "España" incluso en los tiempos en que no constituía una unidad política-, coronado como tal el 26 de mayo de 1135 en la Catedral de León.

             Y bien amigos, visto lo visto y dicho lo dicho, les invito a no decir eso tan desabrido de Carlos I de España y V de Alemania. Digan las cosas como efectivamente fueron, como efectivamente son: el Emperador Carlos V, Carlos I de España. Al fin y al cabo… ¡qué grande aquella España cuyos reyes eran emperadores! Y con esta humilde solicitud, me despido de Vds., deseándoles una vez más y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

              Luis Antequera

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