Un 25 de marzo, pero de hace veinticinco años, en esta misma fecha en que la Iglesia celebra la fiesta solemne de la Anunciación del Señor, San Juan Pablo II promulgó la Encíclica Evangelium Vitae, sobre el valor y la inviolabilidad de la vida humana.
La Iglesia católica, celebra hoy la solemnidad de la Anunciación, y desde 1993 (fue El Salvador quien lo celebró por vez primera) en algunos países del mundo también se celebra el Día del Niño por Nacer, y que busca conmemorar, promover y defender la vida humana desde la concepción en el vientre de la madre. En esa fecha el movimiento provida organiza a lo largo del mundo celebraciones y actividades destinadas a la concientización sobre la necesidad de defender la vida desde la concepción y en todas sus etapas.
Esta mañana, una vez más, el Papa ha pedido defender la vida «del niño recién concebido, el marginado pobre, el paciente terminal».
1. La vida que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que siempre se manifiesta en una persona en carne y hueso: un niño recién concebido, una persona marginada pobre, un paciente solitario y desanimado o en un estado terminal, alguien que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un migrante rechazado o encerrado...
2. Una situación que hace que las palabras con las que comienza la Encíclica sean aún más exigentes. Aquí están:
El Evangelio de la vida está en el corazón del mensaje de Jesús. Acogido con amor por la Iglesia todos los días, debe anunciarse con valiente fidelidad como buenas noticias para los hombres de todas las edades y culturas. Como cualquier anuncio del Evangelio, esto también debe ser ante todo testigo. Y pienso con gratitud al testimonio silencioso de muchas personas que, de diferentes maneras, están haciendo todo lo posible para servir a los enfermos, los ancianos, los que están solos y los más desamparados. Pusieron en práctica el Evangelio de la vida, como María, que, después de aceptar el anuncio del ángel, fue a ayudar a su prima Isabel, que lo necesitaba.
3. Todo ser humano es llamado por Dios para disfrutar la plenitud de la vida; y confiando a la preocupación materna de la Iglesia, toda amenaza a la dignidad y a la vida humana no puede dejar de tener repercusiones en su corazón, en sus entrañas maternas.
4. Lamentablemente, los ataques contra la dignidad y la vida de las personas continúan incluso en nuestra era, que es la era de los derechos humanos universales. De hecho, nos enfrentamos a nuevas amenazas y nueva esclavitud, y las leyes no siempre protegen la vida humana más débil y vulnerable.
5. El mensaje de la Encíclica Evangelium vitae es, por lo tanto, más relevante que nunca. Más allá de las emergencias, como la que estamos experimentando, se trata de actuar a nivel cultural y educativo para transmitir a las generaciones futuras la actitud de solidaridad, cuidado, acogida, saber muy bien que la cultura de la vida no es un patrimonio exclusivo de los cristiano, sino que pertenece a todos aquellos que, luchando por la construcción de relaciones fraternas, reconocen el valor de cada persona, incluso cuando es frágil y sufre.
6. Queridos hermanos y hermanas, cada vida humana, única e irrepetible, se aplica a sí misma y constituye un valor invaluable. Esto siempre debe anunciarse nuevamente, con la parresía de la palabra y el coraje de las acciones. Esto requiere solidaridad y amor fraterno para la gran familia humana y para cada uno de sus miembros. Por lo tanto, con San Juan Pablo II, reafirmo con renovada convicción el llamado que hizo a todos hace veinticinco años: ¿Respeta, defiende, ama y sirve la vida, cada vida, cada vida humana! ¡Solo en este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad, paz y felicidad! " (Evangelium vitae, 5) ".