El pasado fin de semana, la plaza Mayor de Salamanca se ha convertido en un púlpito para las víctimas del terrorismo del mundo. El encuentro internacional, convocado por San Pablo-CEU, ha tenido un amplio eco, no sólo en los medios de comunicación sino en el corazón de tanta gente como anhela la paz para una convivencia que permita el entendimiento y el progreso. Irene Villa, aquella chica que fue víctima de un atentado terrorista, ha escrito ya varios libros y ha pronunciado centenares de conferencias. Su argumento central es la vida, la lucha por la vida, el «Saber que se puede» como se titula una de sus obras. Al hilo de sus mensajes, hemos confeccionado este Decálogo:
«Primero, hemos de ver los problemas como retos que demuestran nuestro valor, como oportunidades para comprobar que podemos con eso y con mucho más. Segundo, absolutamente de todo se puede sacar algo bueno. Tercero, tenemos que dar ejemplo de que se puede salir adelante tras un atentado. Cuarto, siento que mi experiencia ha valido la pena porque ha servido para transmitir serenidad, para dar ilusión, y eso sí que no tiene precio. Quinto, siempre he sentido verdadera lástima por los terroristas que nos pusieron una bomba a mi madre y a mi; pienso en la cantidad de odio que debe correr por las venas de quien no respeta la vida humana y no se me ocurre otra que compadecerles. Sexto, todos poseemos mucha más fuerza y arrojo de lo que creemos; tendemos a infravalorar nuestro potencial. Llevo años escuchando: "A mí me pasa lo que a ti, y me muero". Pero eso no es cierto. Nadie se muere. El espíritu humano puede con todo. Séptimo, el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento. Te hace esclavo, indefenso, pequeño, y no te deja sacar tu valor, te paraliza. Octavo, no hay nada más gratificante que ayudar a los demás, ser capaz de hacer sonreir a los corazones, acariciarlos con la punta de los dedos y hacer que sientan la llamada de la vida. Noveno, las oportunidades de dar lo mejor de nosotros van apareciendo solitas; a veces, son tan evidentes que las pasamos por alto. No nos damos cuenta de que muy cerca de nosotros alguien sufre. Sólo hay que abrir los ojos y el corazón a nuestro alrededor. Décimo, yo entiendo la paz sin condiciones ni reproches, sin rencores. De otro modo, nunca llegará».
Salamanca ha recuperado la voz de las víctimas, convertida en clamor de mensajes y esperanzas. Vale la pena hacerle un hueco en nuestros pensamientos y sentimientos. Porque esa voz brota de las conciencias libres, y hay que escucharla y alentarla.