Estanislao Cantero se prodiga poco, o eso me parece a mí, que disfruto y aprendo tanto con cada uno de sus artículos. Por no hablar de sus libros. Si, además, la temática versa sobre el XVII o el XIX en Francia, perdérselo es un crimen (intelectual, se entiende). Su libro sobre Comte es lo mejor que puede leerse en español sobre este influyente pensador.
Creo que la clave de Estanislao Cantero es su profundo y penetrante conocimiento de aquello sobre lo que escribe, podríamos decir que es exactamente lo contrario de un tertuliano. No escribe mucho, pero cuando lo hace es con fundamento. Su vasto conocimiento de la materia abordada le permite al mismo tiempo sintetizar con orden, destacar lo esencial y dejar un espacio para los detalles y matices.
Es lo que he experimentado al leer el artículo titulado Saint-Simon, el precursor del positivismo, en los siempre interesantes Anales de la Fundación Elías de Tejada.
Aparece allí el paso de la fe católica a la «fe en el progreso», lo que le convierte en fundador del positivismo, “tanto por su metodología – la verdad solo surge de la observación fundada en hechos -, como por su concepción de la ley del progreso que se impone como una ley física sin posibilidad de modificación por el hombre”. Un progreso al que no podemos sustraernos y ante el que solo cabe someternos, eso sí, conscientemente. Como indica el autor, “se trata de un intento fallido de conciliar el determinismo con la libertad, al igual que intentaría Comte años después”.
Aborda también el artículo la relación entre Saint-Simon y su secretario desde 1817 hasta 1824, Augusto Comte. Más de un rasgo comparten ambos, empezando por un mesianismo aplicado a sus propias personas (¡qué gran concepción tienen de sí mismos!) que hace que se consideren investidos de la misión de guiar a la humanidad hacia su destino. Para ello se apoyarán también ambos en una curiosa ciencia, la ciencia convertida en religión, una religión llamada a sustituir al cristianismo. Una nueva religiosidad que despreciará los dogmas y se centrará en la moral, en el modo de actuar de los fieles, algo cuyos ecos encontramos en lo que en el ámbito anglosajón califican como ideología woke, cada vez más hegemónica, que combina relativismo con durísimas exigencias en lo que se refiere al comportamiento individual, bajo la amenaza de la “cancelación” para todo aquel que se desvíe de lo políticamente correcto. A título de anécdota pintoresca, será Saint-Simon quien propondrá erigir a lo largo y ancho de la Tierra templos a Newton.
Pero esta mentalidad, explica Cantero, debe extenderse a otros campos, empezando por el campo de la política, donde debe de aplicarse también el “método de las ciencias de observación”, una especie de tecnocracia avant la lettre que tuvo (y por desgracia tiene) muchos seguidores.
¿Qué nos aporta pues este estudio sobre Saint-Simon y el positivismo? Mucho. En primer lugar conocer mejor una ideología sin la que no se entienden los dos siglos pasados y cuya influencia llega hasta nuestros días. No es poco. Y también, a medida que la conocemos mejor, darnos cuenta de cómo muchos de los planteamientos más extendidos en nuestros días beben de ella y no son más que actualizaciones de aquellos viejos errores, por mucho disimulo con que se presenten y por muchas pretensiones de constituir el último grito.
Lo dicho: no dejen de leer a Estanislao Cantero ni a estos Anales cuyo índice, además del texto reseñado, contiene una larga lista de sugerentes artículos.