Aquí una foto del ritual laico preparado por el gobierno en honor de las víctimas del coronavirus. Unas reflexiones. No voy a pedir que todos vayan a un funeral católico, o protestante, o musulmán, si va tan en contra de sus creencias. Es necesario que nos respetemos. Pero no entiendo este signo. ¿Qué significa? ¿Quemaron en un incensario algo para qué? ¿Qué horizonte tiene una celebración cómo esta? ¿Celebrar la muerte? ¿Recordar a muchos muertos que son y serán anónimos? ¿Hacer una pantomima laica frente a la catedral, fuera de la catedral, por hacer algo? ¿Dónde quedan en estas ceremonias las preguntas fundamentales de la vida: para qué estamos aquí, qué propósito tiene la vida, porque hay algo en vez de nada, hay esperanza tras la muerte? Se teje en torno a estas grandes preguntas un solemne silencio pretendidamente lleno de respeto, pero que en realidad esconde vacío, nihilismo, y en el fondo, miedo. Preferiríamos a veces que no hubiera un Dios. Y hoy más que nunca. Y al mismo tiempo, no nos damos cuenta de que lo necesitamos con urgencia. Mi padre, desde luego, no estaba representado ahí, ni con poemas de Octavio Paz ni con minutos de silencio ni con la quema sin sentido de algo en un incensario sin ningún objetivo. Yo seguiré rezando, que es lo suyo.