Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Durante los años cincuenta, el viento del oeste jaenero, soplando por encima de la Mella y el Neveral abrió la puerta principal de la catedral. El acontecimiento inspiró al pintor Serrano Cuesta a confeccionar un bello dibujo, en el cual el dios Eolo soplaba como un poseído sobre aquella ciudad provinciana. El pasado miércoles, que además era de Ceniza, volvió el viento a hacer de las suyas, ahora una plataforma de acero situada para salvar las escaleras catedralicias segó de cuajo una de las pilastras delanteras coronadas con el antiguo sombrero de los sacerdotes. Parece que la Agrupación de Cofradías se hará cargo del arreglo.
Mientras el viento de Jaén sopla, no lo hace a la caterva de pirómanos de los cipreses que adornan el parque de Vandelvira, objeto de incendio doble intencionado en el transcurso de ocho días, de forma que desaparezcan de la faz ciudadana camino de algún hospital de quemados, sin que fallezcan en el intento, pero que tomen susto a pegar fuego.
Soplos de aire necesitamos, igualmente, para erradicar el odio que se ha sembrado entre el sector femenino y el masculino de la actual sociedad sin más justificación que nacer mujer o varón. La vieja lucha de clases del marxismo clásico se ha pasado a la pelea de sexos, dentro de la familia, de las aulas, del trabajo y de las comunidades vecinales.
Ahora, quien no rema en el mismo sentido del viento impuesto en una verdadera dictadura del pensamiento único de la ideología de género, está regando fuera del tiesto, es un carca y no merece un lugar al sol que sale, según el evangelio, para todas las personas a diario.
En la propia Iglesia Católica existe una corriente de feminismo engolosinado en el método marxista del análisis de la historia pasada y presente. Los seguidores de la anciana teología de la liberación desean armar un jaleo con una frase veterana: la mujer en la institución eclesial no pinta nada, vive sin derechos, está marginada.
Este pensamiento estuvo dentro del naciente protestantismo y terminó como acabó, y lo vemos en nuestros días en las comunidades no católicas metidas hasta el cuello en un callejón sin salida intelectual y numérica, donde las mujeres son pastoras y obispas. Y los fieles huyen.
Nunca debe copiar la Iglesia Católica a los hermanos separados. Cuando la institución católica pierda de vista que la primera mujer, madre y modelo de virtudes, que fue María de Nazaret, en cuyo seno fue concebido el Mesías por obra del Espíritu Santo, entonces pensemos que cuanto más católicos marianos seamos, mejores hijos de Dios seremos. La presencia en nuestra diócesis de tantas ermitas y santuarios, la devoción mariana organizada en el interior de las cofradías, el amor a la Virgen María ofrecida en las familias y en las catequesis parroquiales, son faros inestimables para nunca ir a buscar un valor eclesial para la mujer fuera, cuando disponemos de la primera mujer elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo, quien estando clavado en la Cruz nos la entregó como Madre a quien suscribe y a todos los que están leyendo estas líneas desde cualquier parte de la tierra, donde siempre habrá una imagen de María a la que acudir en momentos de alegría o de lágrimas. Es el viento eclesial.
Tomás de la Torre Lendínez